Mejorando en vacaciones


Nuestro querido fútbol es un espectáculo por donde se mire. Desde mucho antes que el Eintracht Braunschweig fuese pionero de la publicidad en las camisetas, aquella recreación de los pescadores y herreros ingleses por allá en el siglo XIX tenía un efecto increíble sobre la gente, al cual lamentablemente se le vio la posibilidad de sacarle tajadas enormes de dinero. Esto lo hemos conversado un millón de veces y estoy seguro que si vuelvo a poner las cosas en el contexto que normalmente seguirían introducciones así estaría aburriendo enormemente a la gente. Así que vale de movernos con lo que hay en el mundo.

El culebrón Neymar-PSG es un asunto que honestamente me ha causado mucha gracia. Los días en los que el periodismo deportivo sobre-exaltó banalidades del diario vivir tanto de futbolistas como del propio consumidor terminó por hacer que la cobertura de la transferencia más cara en la historia de este deporte fuese algo más parecido a rumores-chismes-bochinches de barrios antes que algo realizado por un diario impreso o digital. Lo cierto es que los ruidos de descontento que salían del vestuario catalán terminaron con el astro brasileño ganando el triple de su salario anual anterior, ahora en su nueva casa: la capital francesa.

Como americano residente de un país tercermundista -lo es, no hace falta discusión- la impresión que se tiene de París conlleva elegancia y exclusividad como puntales mayores. Después cultura, mejor calidad de vida y gente bonita en abundancia. Teniendo la oportunidad de compartir con viajer@s durante el transcurso de todo este año he podido confirmar todas las características arriba mencionadas y algunas otras más. A diferencia de la gran mayoría de sitios en Europa, en la Ville lumière no son muy abiertos a la comunicación en un idioma distinto al nativo. A pesar de que la gran mayoría de ustedes piensa que esto es totalmente irrelevante, piénsenlo por un segundo. No tengo que masticar todo.

A un ambiente muy exclusivo, de grandeza, terminó yéndose Ney. Desde que Al-Khelaifi tomó control de la cartera de los parisinos el proyecto Campeones de Europa se ha puesto en camino con destellos de cosas bastante interesantes. La todapoderosa plantilla se ha convertido en el dueño absoluto de las glorias que temporada tras temporada se disputan en territorio galo, salvo por la temporada pasada en la que se encontraron al conjunto del Principado como única horma en su zapato para conseguir el trébol por otra campaña consecutiva. Dominio total.

Por el ritmo que lleva la Ligue 1 en estos momentos se hace más que improbable la aparición de un contendiente real al título, entendiendo que los interesantes proyectos en Marsella y Mónaco distan bastante de poder enfrentar a este mastodonte con la constancia que se requiere. Más allá de lo visto en la campaña 2016/17 las cosas han cambiado bastante dentro de las escuadras protagonistas. Entendiendo el total dominio con el que debe consagrarse dentro del campeonato galo, el brasilero se va para ser un ganador casi que permanente.

Un verdadero rey. Ni siquiera Zlatan se podría haber sentido tan a gusto con todas las facilidades que tanto dentro como fuera de la cancha está teniendo y seguirá teniendo en sus tiempos venideros el nuevo '10' parisino. Pero si algo nos ha enseñado el amor, las películas de vagabundos redimidos y el fútbol inglés es que el dinero no lo es todo en esta vida. Centrándonos en lo que compete al balompié quedaba bastante clara la idea de Neymar al cambiar de aires en busca de más protagonismo individual así como continuar con la explosiva evolución de quien está llamado a ser el sucesor de Messi y Cristiano en la categoría de jugadores diferentes.

Pero honestamente, la movida al PSG -entendimiento de este servidor- está muy lejos de ayudarle en su desarrollo. Cuando juegas en el Barcelona no solamente recibes la ayuda de jugadores en el equipo con mayor experiencia y calidad, sino que te expones ante otros conjuntos que sin importar las circunstancias representan un reto enorme, algo que te obliga a ser mejor día tras día. Los exigentes escenarios siempre terminan por depurar figuras, separando a quienes consideramos clase mundial del resto de la plebe. Un nivel de presión que claramente no tiene la liga francesa.

No es lo mismo jugar ante Real Madrid, Atleti, Sevilla o Villarreal que ante Mónaco, Bordeaux, Lyon o Marsella. Mucha más diferencia se da cuando comparas las plantillas y los argumentos futbolísticos que tienen los clubes en los que el brasileño ha estado ante los rivales domésticos se hace mucho más absurda la comparativa dado que con los culés las cosas no eran tan sencillas como ahora. Viendo los partidos de capitalinos en la ligue uno observa los pequeños detalles que marcan las grandes diferencias, como la generalizada falencia de los defensas galas en cuanto a la distribución de espacios entre ellos con las líneas del mediocampo. 

Los permanentes huecos en él área ideal para un mediapunta se combinan también con la inesperada lentitud en los retrocesos del adversario. Inesperada porque el fútbol francés es la vitrina del futbolista africano, veloz y férreo por naturaleza, aunque queda claro que para labores defensivas no fluyen tan bien. La displicencia con la que se sale jugando o siquiera realizar el marcaje denota sin forma de argumentar en contra que las diferencias de nivel son abismales. Claro está que en el fútbol español no hay 20 equipos en total igualdad de condiciones, pero no es lo mismo tener cinco o seis rivales muy inferiores a tener 14.

No me queda la menor duda que el brasileño brillará rompiendo récords con sus parisinos al lado de Cavani y el meteórico Mbappé, será un deleite verles jugar por el fútbol fantasía que despliegan cada fin de semana. Eso sin discutirlo, pero, ¿realmente fue una decisión correcta pensando en su desarrollo deportivo? Con pocos rivales que realmente pongan resistencia, los años venideros para Neymar serán de "crecimiento" y "mejoría" en las que prácticamente son unas vacaciones para él. 
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