Fue mucho más sencillo de lo que la gran mayoría del panameño hubiese esperado. Muuuucho más sencillo. Más allá de los discursos de calma que todos, inclusive yo, esperaría leer en una publicación de este espacio, no puede ser recriminado que este deporte une y genera pasiones como muy pocos. El que me discuta cuál disciplina puede ser más estresante o llena de alegría como el fútbol lo desacredito de inmediato. Para muchos les es odioso que hayan ''millones de entrenadores'' o los famosos conocedores del fútbol, sin embargo para este servidor le llena de satisfacción que la discusión de lo que es y puede ser un partido es única.
Olvidémonos del encuentro y del rival que evidentemente no está a la altura de nada significativo como para creernos ahora la novena maravilla del mundo. Quiero salirme un poco del análisis de siempre, primero que nada porque tácticamente se hace complicado rescatar algo de lo mismo dentro de los 90 minutos disputados en el Rommel Fernández y como más importante, en segundo lugar, la fuerza del momento creo que debe prevalecer sobre cualquier argumento bueno o malo que haya tenido este compromiso eliminatorio.
Creo que toda la percepción general de la selección nacional cambió a los 39 minutos. Es que no podía ser. Muy lindo como para ser cierto. En la experiencia íntima de este su servidor, no recuerdo un gol que me levantara así del asiento por parte de Panamá desde aquella irreal chilena del Matador Tejada ante México en el 2005. Luego de las oportunidades que había tenido para que el resultado en la última visita fuera muy distinta a la definitiva, Gaby demostró esa sed de callar bocas y por sobre todas las cosas aportar para una causa colectiva con una verdadera delicatessen técnica.
Mientras unos aprovechados salvan sus trabajos con este resultado, otros sencillamente dejan imágenes difíciles de borrar de la retina aún cuando los días transcurren. A falta de dos jornadas para el final de la Hexagonal estamos dentro de la próxima Copa del Mundo. Fácil de digerir no lo es en definitiva, tanto para bien como para mal, pero lo cierto es que se está viviendo un sueño que se espera mantener para convertirlo en una realidad. Como falta, lo sano para todos es mantenerlo dentro del espectro de posibilidad.
Aunque pedir paciencia es delicado aquí en Panamá. Lo es ahora y siempre lo ha sido. Más allá de los hechos, imprescindible es mantener los pies sobre la tierra, con todo lo que acarrea un proceso mundialista dentro de este sector del mundo y con la forma en la que muchos resultados se están dando. Como se me salió una lágrima al ver el gol de Torres, debo ilusionarme solo como una manera de masoquismo. Debo ser un buen panameño.
Olvidémonos del encuentro y del rival que evidentemente no está a la altura de nada significativo como para creernos ahora la novena maravilla del mundo. Quiero salirme un poco del análisis de siempre, primero que nada porque tácticamente se hace complicado rescatar algo de lo mismo dentro de los 90 minutos disputados en el Rommel Fernández y como más importante, en segundo lugar, la fuerza del momento creo que debe prevalecer sobre cualquier argumento bueno o malo que haya tenido este compromiso eliminatorio.
Creo que toda la percepción general de la selección nacional cambió a los 39 minutos. Es que no podía ser. Muy lindo como para ser cierto. En la experiencia íntima de este su servidor, no recuerdo un gol que me levantara así del asiento por parte de Panamá desde aquella irreal chilena del Matador Tejada ante México en el 2005. Luego de las oportunidades que había tenido para que el resultado en la última visita fuera muy distinta a la definitiva, Gaby demostró esa sed de callar bocas y por sobre todas las cosas aportar para una causa colectiva con una verdadera delicatessen técnica.
Mientras unos aprovechados salvan sus trabajos con este resultado, otros sencillamente dejan imágenes difíciles de borrar de la retina aún cuando los días transcurren. A falta de dos jornadas para el final de la Hexagonal estamos dentro de la próxima Copa del Mundo. Fácil de digerir no lo es en definitiva, tanto para bien como para mal, pero lo cierto es que se está viviendo un sueño que se espera mantener para convertirlo en una realidad. Como falta, lo sano para todos es mantenerlo dentro del espectro de posibilidad.
Aunque pedir paciencia es delicado aquí en Panamá. Lo es ahora y siempre lo ha sido. Más allá de los hechos, imprescindible es mantener los pies sobre la tierra, con todo lo que acarrea un proceso mundialista dentro de este sector del mundo y con la forma en la que muchos resultados se están dando. Como se me salió una lágrima al ver el gol de Torres, debo ilusionarme solo como una manera de masoquismo. Debo ser un buen panameño.