Como se ha vuelto una maldita costumbre, he reaparecido después de mucho tiempo en el abandono. Mis planes de convertir este blog en un punto de encuentro para todos difícilmente podrán cumplirse al ritmo de vida que este servidor tiene. Pero, por enésima vez doy un intento para que las cosas se den en la forma como la que planeo a corto y mediano plazo con este espacio. Oportunista, como siempre, encontrar luces de inspiración en momentos futbolísticos innegablemente atinados para que el debate y la sana convivencia se fomente... claro, como si eso se diera en Panamá.
Estoy harto de que la gran mayoría de los debates previo a los encuentros de la selección mayor de este país, ya sea en eliminatorias mundialistas o torneos regionales siempre terminen reduciéndose a un puñado de periodistas que compiten por quién tiene más popularidad y ''peso'' en el mundo de la multimedia; y cuando no se trata de lo anterior terminamos dando vueltas en discursos xenófobos, los cuales cometen la grave falta de querer maquillarse en el velo de un patriotismo que a criterio muy personal de este servidor causa verguenza para con propios y ajenos.
No merece gastar tiempo en discutir todo lo ocurrido antes del partido ante México el pasado fin de semana, porque además de que todos los que estén leyendo esto sabrán a lo que me refiero, termina siendo una discusión que con el fútbol nada tiene que ver. Sin embargo es imposible dejar de pensar que es una de tantas externalidades que influyen en el fútbol de un país tan pequeño como este. En definitiva las palabras no juegan, no permean -o no deberían- directamente sobre el desempeño del equipo, pero indudablemente mueven la percepción y expectativas de masas hambrientas de una gloria que sin temor a equivocarme puedo decir inmerecida.
Inmerecida porque Panamá nunca ha tenido tradición futbolística o ni siquiera una estructura de desarrollo mínimamente buena para este deporte. Aunque bueno, equipos con peores condiciones han estado en Copas del Mundo y nadie les ha dicho nada. Pero como sabemos, el fútbol nunca es justo. Simplemente se reduce en oportunidades, las cuales hay que saber aprovecharlas o de lo contrario lo único que queda es el rechazo y la frustración de irse con las manos vacías, independientemente de cual sea el objetivo de determinado equipo.
La derrota del viernes en el Azteca ha dejado a la gran mayoría de la población con un sinsabor de boca muy grande y la verdad es que me niego a creer el porqué. Estaba en los papeles y era lo más lógico irse con las manos vacías del coloso de Santa Úrsula, pero aún así muchos terminaron el partido con sed de revancha para con los rivales y principalmente los nuestros. Comprendo a la perfección esto debido a la burda promoción que todos los medios y las televisoras principalmente le han dado a un equipo que poco más de lo que presentó ante los mexicanos tiene. Somos un país con una selección mediocre y quizás hasta menos en términos meramente deportivos, pero agradecidos debemos estar que con ello se mantengan posibilidades reales de ir al Mundial.
Cuatro días después de la segunda derrota en este proceso Hexagonal se presenta una oportunidad de levantar cabeza y volver a encaminar el camino. No será sencillo entendiendo que somos deficientes cuando hay que jugar en casa además del hecho que los trinitarios saben que ya no pueden perder nuevamente de cara a mantener vivas sus esperanzas de ir a Rusia. Con todas estas situaciones sobre el mantel es evidente que este partido debe pasar por la fortaleza física, tema clásico al enfrentarse a equipos caribeños, pero mucho más por la mental. A estas alturas, todos los discursos negativistas no ayudan en nada, ni siquiera la amenaza de renuncia que Bolillo -ladrón desde el día uno de gestión- ha lanzado una vez concluída la jornada anterior.
Es un momento de ser conscientes de nuestra realidad, de nuestro entorno y de nuestro fútbol. Inclusive si no se saca el resultado la noche de este martes aún se mantendrán posibilidades reales de ir al Mundial. Hay que sentarse a valorar todo lo que rodea a esta selección nacional y remar para que se den bien las cosas. Esta vez, toca ir contra la marea que hoy por hoy no se muestra del todo optimista.