La interminable resaca


El radiante clima que se vive estas fechas en Bocas del Toro me han hecho reflexionar con más detenimiento, a pesar de que por estos lares la vida ande más que acelerada. La ciudad se vuelve inevitablemente rutina, por lo que salir a tierras distintas siempre representa una desconexión importante y completamente necesaria, en donde el tiempo del que se dispone termina siendo invertido en cualquier actividad que ante la costumbre de la ciudad es muy ligero y calmado. Aunque claro, para los allegados lo que uno hace con su tiempo libre dista mucho de ser tranquilo. Pero bueno, hablemos de fútbol.

Especialmente, de porqué me enamoré del fútbol. Y la verdad es que al sol de hoy todavía no puedo creerlo. Pena debería darle a una sociedad que se dice así misma avanzada detener los relojes y actividades cotidianas para mirar lo que hacen 22 personas en shorts corriendo detrás de un pequeño balón blanco. Desde Rudyard Kipling y pasando por Jorge Luis Borges, muchos pensadores han visto al balonpie como opio para los pueblos oprimidos, los cuales se concentran en su condición de precarios al poner prioridades tales como un deporte que ningún tipo de beneficio directo le acarrea además de una discutible alegría momentánea. 

Animales. Incivilizados. Ignorantes populistas. Como hay de todo en este planeta, lo único que se puede hacer es dejar que el resto de la plebe hable. Pueden hablar lo que quieran, pero este deporte mueve muchísima más gente que cualquier otra cosa. No me refiero a compararlo con alguna otra disciplina que implique actividades físicas recreativas, sino a la gama de sucesos que se dan dentro de la vida misma. Y este pequeño país fue testigo de ello el pasado martes 10 de octubre. Como se podría decir en otras épocas, ese fue nuestro ''Dia D''.
Es increíble el efecto que tiene el gol sobre la gente.
Creo que no hace falta repasar el partido. Estoy seguro que todo el que le este dando una leída a estas lineas seguramente tendrá el recuerdo fresco de aquel estresante encuentro con un final lleno de éxtasis. Se me eriza la piel escribiendo en este preciso momento sobre ello, dado que todas las sensaciones de satisfacción saltan a primer plano. Pero, antes de ello, no puedo dejar de decir todos los sinsabores que se tuvieron en menos de 24 horas.

Tras el bodrio que termino siendo la presentación de Panamá en Orlando la noche del viernes anterior, la desesperanza se había tomado a muchos ciudadanos locales. Mi trabajo me permite percibir directamente esas vibras colectivas, las cuales siempre me dejan analizando el panorama global del asunto. Esos cuatro goles recibidos irónicamente habían quitado presión sobre algunos panameños, porque la clarificación ya la veían descartada. Otros como este servidor mantenían la calma y esperaban que se hiciera lo necesario para llegar al menos al repechaje.

Pero es increíble el efecto que tiene el gol sobre la gente. Un partido en el que realmente pudimos ser humillados visceralmente si los ticos hubiesen querido, termino definiéndose con un gol que tuvo factura de haberse concebido con muchos más huevos que fútbol. El Capitán sacio la sed de gloria de mas de tres millones de personas que sin tener muchos méritos a nivel de desarrollo de este deporte dentro de las fronteras, ha tenido muy de cerca las mieles de cosas ''grandes'' para tener tan poco tiempo en el ruedo estelar, dentro de las limitantes evidentemente.

Haber vivido aquella devastadora película en casa rumbo a Brasil 2014 sin lugar a dudas sirvió de lección para todos. A pesar de que seamos por definición muy exigentes ante cosas que no tienen argumentos para satisfacer esas exigencias, es irrefutable que se vive con mucha esperanza. Como al final del día es lo ultimo que se pierde y no cuesta nada, aferrarse a ella no resulta una tarea imposible de realizar. Las cosas mas improbables tenían que darse para que pudiésemos meternos directo a la Copa del Mundo... y se dieron.

En mis 23 años de vida no recuerdo haber vivido tal cosa como la de aquel 10 de octubre. Me quede en el trabajo hasta tarde para ver el juego y apenas calificamos salí. Era una sensación extraña, la defino como una alegría paralizada; paralizada por la forma en la que todo se había dado y porque era algo nunca antes vivido. Camine un par de cuadras rumbo al metro en una calle vacía, hasta que pitazos a lo lejos y cerca, gente gritando, cantando, pasando con la bandera de Panamá hondeando a medida que avanzaban en la avenida. No aguante mas y rompí a llorar.

Me fui llorando por la calle hasta la Cinta. La gente se acercaba, te abrazaba, lloraba un rato contigo. De pronto todos estaban en la calle, con la Vía Israel trancada y todos los accesos a Paitilla en iguales condiciones. No se cabía un alma mas y la gente no paraba de llegar. Te regalaban pintas, te encontrabas con ticos que celebraban contigo como si fuese de ellos la primera calificación. Me toco ver cerca del Miramar un bus con aire que la gente en la calle no dejaba pasar por la fiesta; cuando alguien de adentro saco una bandera de Costa Rica, los de afuera agarraron trombones y tambores arrancando una mini fiesta con un bus que se movía de un lado para el otro con la afición tica adentro bailando al son panameño.

No puedo dejar de llorar con el solo hecho de recordar aquellas escenas. Y es que todavia no me lo puedo creer. En esta jornada de repechajes en los noticieros deportivos repasan resultados de los equipos mundialistas, mencionando Panamá. En las infografías que siempre ponen de los clasificados a Rusia 2018 aparece como tercero de Concacaf dentro del Mundial el pequeño país canalero. Mucho menos me voy a creer cuando el 1 de diciembre estemos viendo el sorteo de la Copa del Mundo y en uno de los bombos se va a encontrar este país.

Fue un sueno hecho realidad. Creo que desde aquella Hexagonal del 2005 todos en este país empezamos a ir acumulando el deseo de alcanzar la cita grande del fútbol. Entre frustraciones, alegrías y golpes fuertes, la selección supo madurar en el tiempo acompañado por los años de vida de cada uno de sus integrantes. Es un logro mayúsculo del técnico, que curiosamente consiguió la calificación al Mundial con los peores 11 meses de nivel deportivo de esta selección desde que el estratega colombiano tomo las riendas. Pero las observaciones tácticas se pueden dejar para después. Pase lo que pase en los próximos meses yo sigo celebrando, porque esta resaca es de esas que desearías fuera interminable.

Escrito iniciado en Isla Colón, Bocas del Toro, el 3 de noviembre de 2017.
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