Nunca me imaginé como sería el día. En definitiva es muy distinto vivir un Mundial apoyando a un país ajeno que al propio. La ansiedad es distinta; esos pensamientos de lo que pueda suceder al momento que ruede el balón brindan una extensa gama de reacciones químicas en el cerebro que simplemente no se pueden controlar... que alegría. Lo mejor de todo, es que tocaba vivirlo un lunes. Pocas cosas en la existencia del hombre pueden amainar la pesadez de arrancar una nueva semana.
A primera hora, Suecia ganaba en el partido sin dudas más aburrido de este arranque mundialista ante una Corea del Sur alejada de cualquier posibilidad real de meterse a la siguiente fase, muy evidente desde la forma en la que desarrollan un juego muy temeroso, indiferente de las múltiples virtudes que el perfil de jugadores le brindan al entrenador. Pero no, no importaba en lo más mínimo. Jugaba Panamá a segunda hora, siendo responsable del colapso de todo y todos. Absolutamente todos.
La Bélgica de Roberto Martínez que se perfila como una de las grandes animadoras del torneo puso su línea de tres al fondo y una lluvia de volantes de llegada, con su cerebro De Bruyne en el área de recuperación y a una torre Lukaku cuya función es mucho más elemental para este conjunto que plantarse dentro del área chica para esperar centros medidos. Que locura realmente, desde el ya distante octubre hasta ahora cuesta muchísimo creerse lo que estaba por suceder para esta selección y estos muchachos, otro nivel de fútbol con el cual codearse.
Bolillo apeló a la lógica de la plantilla a disposición y con la única de juego aplicable para competir en estas instancias: defendiéndose. Si todavía me parecía increíble el haber llegado al torneo, poder aguantarle tan ordenadamente a un equipo con tantas variantes adelante fue un mérito increíble, sobre todo de los laterales que supieron ordenarse para cortar diagonales e imponerse en el cuerpo a cuerpo muchas veces, resaltando hasta la saciedad la capacidad que tuvo Michael Amir Murillo para codearse en infinidad de ocasiones con Eden Hazard.
El complemento llegó con un gol muy pronto que, aparte de descolocar tanto los conceptos en cancha como la serenidad del equipo, empezó a generar presupuestos en el entrenador panameño que, por más plausibles que puedan encontrarse, ciertamente son irresponsables como para poner en práctica dentro de la Copa del Mundo. Jamás me hubiese imaginado a Panamá hacer cambios ofensivos en un partido del Mundial, se me puso el corazón chiquito de solo ver la valentía con la que se fue todo hacia adelante, pero ante un rival que tantas facultades para hacer daño tiene no parecía algo del todo sensato.
Entonces vimos como la valerosa forma de ir para adelante de los nuestros evidenció las enormes distancias deportivas pero sobre todo físicas, dando como resultado un partido que fácilmente pudo haber terminado con más de cinco goles de distancia. Y así fue, por primera vez pudimos comprender en carne propia lo que significa estar en esta clase de escenarios, los cuales exigen más que buen oficio o preparación, cabeza fría para poder llevar algún tipo de posibilidad para competir. Por si alguien todavía lo dudaba (no puedo imaginarme cómo), no avanzaremos de ronda, pero eso es algo sumamente lógico porque no hay con qué para sacar adelante la progresión, menos cuando hay una Inglaterra que sufrió para ganarle a Túnez que decían (tampoco comprendo cómo) era el más flojo del sector.
Pero olvidémonos de eso por un momento. La amargura de la derrota no puede ser un factor que nos haga omitir lo que sucedió en este país. Salí a las calles y veía todo de rojo. Las entidades públicas, los buses, las áreas de alimentos en los centros comerciales... todos uniformados. Espero que se sepa valorar lo que el fútbol y nadie más ha sabido hacer. Hermanos míos, por fin hemos saltado todos juntos al campo feliz de la unión.
A primera hora, Suecia ganaba en el partido sin dudas más aburrido de este arranque mundialista ante una Corea del Sur alejada de cualquier posibilidad real de meterse a la siguiente fase, muy evidente desde la forma en la que desarrollan un juego muy temeroso, indiferente de las múltiples virtudes que el perfil de jugadores le brindan al entrenador. Pero no, no importaba en lo más mínimo. Jugaba Panamá a segunda hora, siendo responsable del colapso de todo y todos. Absolutamente todos.
La Bélgica de Roberto Martínez que se perfila como una de las grandes animadoras del torneo puso su línea de tres al fondo y una lluvia de volantes de llegada, con su cerebro De Bruyne en el área de recuperación y a una torre Lukaku cuya función es mucho más elemental para este conjunto que plantarse dentro del área chica para esperar centros medidos. Que locura realmente, desde el ya distante octubre hasta ahora cuesta muchísimo creerse lo que estaba por suceder para esta selección y estos muchachos, otro nivel de fútbol con el cual codearse.
Jamás me hubiese imaginado a Panamá hacer cambios ofensivos en un partido del Mundial, pero ante un rival que tantas facultades para hacer daño tiene no parecía algo del todo sensato.
Bolillo apeló a la lógica de la plantilla a disposición y con la única de juego aplicable para competir en estas instancias: defendiéndose. Si todavía me parecía increíble el haber llegado al torneo, poder aguantarle tan ordenadamente a un equipo con tantas variantes adelante fue un mérito increíble, sobre todo de los laterales que supieron ordenarse para cortar diagonales e imponerse en el cuerpo a cuerpo muchas veces, resaltando hasta la saciedad la capacidad que tuvo Michael Amir Murillo para codearse en infinidad de ocasiones con Eden Hazard.
El complemento llegó con un gol muy pronto que, aparte de descolocar tanto los conceptos en cancha como la serenidad del equipo, empezó a generar presupuestos en el entrenador panameño que, por más plausibles que puedan encontrarse, ciertamente son irresponsables como para poner en práctica dentro de la Copa del Mundo. Jamás me hubiese imaginado a Panamá hacer cambios ofensivos en un partido del Mundial, se me puso el corazón chiquito de solo ver la valentía con la que se fue todo hacia adelante, pero ante un rival que tantas facultades para hacer daño tiene no parecía algo del todo sensato.
Entonces vimos como la valerosa forma de ir para adelante de los nuestros evidenció las enormes distancias deportivas pero sobre todo físicas, dando como resultado un partido que fácilmente pudo haber terminado con más de cinco goles de distancia. Y así fue, por primera vez pudimos comprender en carne propia lo que significa estar en esta clase de escenarios, los cuales exigen más que buen oficio o preparación, cabeza fría para poder llevar algún tipo de posibilidad para competir. Por si alguien todavía lo dudaba (no puedo imaginarme cómo), no avanzaremos de ronda, pero eso es algo sumamente lógico porque no hay con qué para sacar adelante la progresión, menos cuando hay una Inglaterra que sufrió para ganarle a Túnez que decían (tampoco comprendo cómo) era el más flojo del sector.
Pero olvidémonos de eso por un momento. La amargura de la derrota no puede ser un factor que nos haga omitir lo que sucedió en este país. Salí a las calles y veía todo de rojo. Las entidades públicas, los buses, las áreas de alimentos en los centros comerciales... todos uniformados. Espero que se sepa valorar lo que el fútbol y nadie más ha sabido hacer. Hermanos míos, por fin hemos saltado todos juntos al campo feliz de la unión.
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