Héroes anónimos


El Stade de France estaba listo, nuevamente, para albergar la final de un torneo importante. Siendo el coloso de Saint-Denis uno de los estadios más populares de todo el fútbol mundial, no podía haber otro engramado posible como candidato para un evento de semejante magnitud. Magia, sueños y fútbol se percibían cerca de un rectángulo de juego que tantas cosas ha vivido; la noche de domingo europea estaba totalmente centrada en lo que sucediera en la capital francesa.

Sin ningún tipo de expectativa real que sucediese, Portugal se había metido a la gran final. Seis partidos después, una victoria en 90 minutos, otra en 120 y cuatro empates marcaban un paso bastante discreto/cuestionable en su transitar durante las instancias de la competencia; más allá de los resultados, las formas en las que se desarrollaban los encuentros no daban crédito a las instancias a las cuales los lusitanos lograron meterse. Muy a pesar de los señalamientos generales, esta era una de las escuadras que se daba cita en la final de la Euro. Sin cargar la estela de favorito para este encuentro, no quedaba la menor duda que podía hacer el daño suficiente para revertir las circunstancias de todo en su favor.

Llegando a esta llave como visitante, pero con todo el su favor, la selección de Francia. El combinado galo se acreditó con el derecho de estar en el partido definitorio de la competencia que organizaron con tanta dedicación. Con un fixture ciertamente tranquilo, el combinado anfitrión dio fe de sus falencias en cuanto a funcionamiento colectivo, pero había conseguido sacar los resultados gracias a las capacidades individuales. El peso de la localía los hacía favoritos, aparte de los nombres que conformaron el equipo y por sobre todas las cosas, la victoria ante Alemania, obtenida por más desacierto rival que virtud propia, pero que demostraba una nota positiva ante un rival de mucha exigencia.

El electricista de profesión daba por iniciado el compromiso con un pitazo. El partido resintió la brusquedad que se tuvo presente desde el arranque; la acelerada forma de jugar de ambos equipos hizo que se calentaran los ánimos y las ideas, como la de Dimitri Payet cuando hace la dura entrada sobre Cristiano. Como era de esperarse, Clattenburg ni la falta pita cuando era una jugada que ameritaba expulsión. La salida forzada del capitán portugués no movió nada en lo táctico, pero claramente influyó en la distribución de tareas, algo que en cierta manera los liberó para desarrollar y proyectar, aunque de todas formas los de casa presentaban mejores cosas.

Como era de esperarse, Clattenburg ni la falta pita.
Transcurren los minutos y la tónica es una sola: portugueses protegiéndose ante las aproximaciones sin claridad de franceses. Parecía que la lógica se impondría y los locales festejarían a lo grande, pero la consistencia en muchos aspectos los mantenía con vida en el encuentro. El nerviosismo de los minutos iniciales se mantenía en las dos selecciones, pero ahora era evidente que se daba más solvencia y las figuras clave empezaron a tener nombres y apellidos. Los franceses eran más insistentes, pero su fútbol se basaba en proyecciones muy puntuales, esto principalmente por el hecho de que su medio campo, puntualmente la pareja Blaise Matuidi y Paul Pogba, literalmente desaparecieron del encuentro. Como parte de esas sorpresas que el fútbol suele dar, los galos encontraban el rol de director de orquesta en Moussa Sissoko, que lideró llegadas que pusieron a trabajar al salvador lusitano.

Sin goles, se decretaba el descanso. Los entre tiempos siempre son momentos clave en los partidos. Los entrenadores llegan y dan el discurso posiblemente más importante de sus carreras, los jugadores asimilan la importancia del asunto o sencillamente por el tiempo que da para pensar en frío sobre lo que está sucediendo en cancha. Ya en el complemento seguía el dominio local, pero Portugal resistía contra todo, inclusive teniendo ocasiones para irse adelante en el marcador. Era un partido muy cerrado, sólo aquel que entendiera las circunstancias del encuentro podría salir victorioso. Cuando faltaban poco más de diez minutos para el final, Didier Deschamps saca a un centro delantero para meter a otro; Fernando Santos por su parte vio posibilidades y sacó a un mediocampista para hacer ingresar a un delantero de área.

Franceses embestían y portugueses salían, esa fue la dinámica del encuentro. Kingsley Coman, Andre-Pierre Gignac, Sissoko y toda la artillería local se encontraba con Raphael Guerreiro que las peleó todas, así como Joao Mario que le daba salida al equipo, Pepe-Fonte como dupla defensiva, Nani y Rui Patrício. La prórroga llegaba cargada de dramatismo tras dos postes de los galos y uno de los lusos en un cierre de partido dramático. En el tiempo extra se equiparon un poco más las cosas aunque la presión sin claridad se mantenía por parte del anfitrión. Resistir con certeza y salir a buscar las pocas posibilidades, esa fue la estrategia del triunfo.

Arrancando el segundo tiempo extra los foráneos recuperaban la pelota en tres cuartos de cancha, en plena salida de los pupilos de Deschamps. Un pique de velocidad reducido, cambio de dirección y disparo esquinado... la receta necesaria para cambiar todo. El último cambio que el estratega portugués realizó estaba más fresco que todos los demás. Éder, señalado por toda la prensa de su país cuando fue convocado para este torneo . Si debemos hacer recuerdo de héroes inesperados, no podremos olvidar esta final jamás. Contra todo, todo pronóstico, el nuevo monarca del fútbol europeo a nivel de selecciones es Portugal.

Un título que podía significar el alivio a tantos problemas en Francia, terminó siendo una amargura más en tan poco tiempo. En una oportunidad única en la vida para toda esta generación de jugadores, el partido se les presentó con todos los condimentos necesarios para ganarlo: mejor condición, mejor plantilla, el arbitraje generoso y el hecho de que el mejor jugador del rival sale temprano del encuentro. Factores que no leyó el estratega Campeón del Mundo de 1998 y planteó una estrategia de juego conservadora para sus posibilidades, quedando claramente como un cobarde frente a los demás. La derrota es merecida para esta selección, que de lamentable sólamente deja el hecho que Antoinne Griezmann en su mejor año como futbolista se irá con las manos vacías.

No hay forma posible de aseverar que Portugal fue el mejor equipo de la competencia, pero ganó. Cuando muchas veces los argumentos futbolísticos no alcanzan, la estrategia es indispensable, tal como lo leyó Fernando Santos en esta final, así como una gran cuota de buena fortuna. Sin su máximo astro dentro de la cancha, el combinado nacional lusitano descubrió que el conjunto si tiene ideas claras puede hacer cosas grandes, teniendo esto como consecuencia que aparezcan héroes anónimos y terminen marcando la diferencia.
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