Carta a Johan Cruyff


En realidad no sé por dónde empezar. Podría quedarme frente al teclado de mi computadora las siguientes cuatro semanas escribiendo palabras que intenten vagamente explicar tu grandeza, pero de todas formas sería insuficiente, el tiempo distaría mucho de ser el adecuado para dedicártelo por todo lo que acarrea sólamente el pensarte.

Y es que en realidad no existen palabras para describirte. 

Con tristeza, desolación y negación recibí la noticia de tu partida; esa negación con la que recibes malas noticias dentro del círculo familiar y que te generan una punzada justo arriba del estómago, porque sabes que poco o nada puedes hacer al respecto. Perdona que te tutee, pero es que te considero muy de mi familia, muy cercano, a pesar de jamás haberte conocido.

He maldecido muchas veces mi suerte. De haber nacido unos 30 años antes, hubiese podido sentarme frente al televisor o a un lado de la radio para escuchar todos los fines de semanas tus ocurrencias, tanto dentro como fuera de la cancha. Lamentablemente no pudo ser así, por lo que me he tenido que conformar con reiteradas filmaciones de finales de las Copas de Europa, así como del Mundial de 1974; grandes joyas para la retina, pero que estoy completamente anuente de que no son suficientes para poder disfrutar plenamente de tu magia.

Para cuando entrenabas yo apenas empezaba a abrir los ojos en este mundo, así que cuando ya tuve un mínimo grado de entendimiento de lo que era este deporte, ya estabas haciéndole dura oposición a pseudorigentes como Núñez y Gaspart.

Es curioso como las personas pueden llegar a generar empatía con quienes no conocen y probablemente nunca lo hagan. Bueno, eso es algo que con mucha tristeza puedo jactarme de tener para contigo. Pero no me puedes culpar, lo que pasa es que fuiste único en todo el sentido de la palabra. No había forma de que pasaras desapercibido, pero es que ninguna.

¿Cómo no generar empatía contigo? Si siempre fuiste un dolor de cabeza. Tu uniforme especial, tu ausencia en Argentina 1978 por diferencias políticas, los irresponsables desbarajustes en el año en Levante, tus peleas, antiguas y recientes, con las dirigencias de los dos clubes de tus amores... no cabe duda que siempre fuiste como una oveja negra, y si algo es cierto en esta vida, es que todos seguimos a las ovejas negras por su indiferencia.

Qué decir de tus frases en conferencias de prensa. Podrían haber tomos completos de frases y análisis tuyos de los partidos y del fútbol en general. Muy por encima de todo lo que dijesen tus detractores, era innegable que tenías una visión de este juego que nadie tenía, tiene o tendrá. Afortunadamente, tus palabras no cayeron en oídos sordos, siendo esto algo que podemos observar día a día con equipos en donde sin discusión alguna está tu huella.

Te lo juro, podría quedarme semanas aquí diciéndote tanto, pero me tocará conformarme con las palabras que en el momento considero oportunas. Al final sólo espero que puedas entender mi pesar, el momento claramente es muy difícil.

Quería darte las gracias. Por todo. Tu forma de ser le enseñó al mundo la manera ideal de cómo practicar este deporte, de cómo disfrutarlo de la manera más prudente posible. Quiero darte gracias por darme lecciones que trascienden al fútbol y que se empapan de forma directa en la vida misma.

Nadie mejor que tú me ha podido enseñar que en la vida ganar no es lo más importante. Me enseñaste que hay que atreverse, que hay que soñar, que hay que innovar y que hay que disfrutar. Has sido un verdadero regalo para este mundo, que afortunados somos de haberte tenido. No hay cosa más importante en la vida de un ser humano que dejar un legado, y créeme que el tuyo perdurará hasta el final de los tiempos.

Gracias por tanto Johan, espero estés disfrutando en una mejor estancia. Te lo mereces.
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