Después de un final exitoso de la temporada anterior, las conclusiones respecto a la gestión de Zinedine Zidane en el banquillo del Real Madrid tenían comunes denominadores, principalmente en el hecho de que el mítico ex-futbolista francés tenía una mayor injerencia dentro del aspecto anímico que sobre lo táctico en su plantilla. En los tres meses y medio que transcurren del presente 2017, la historia ha sido exactamente la misma, con la única diferencia en que el equipo blanco se ha visto muy dubitativo en múltiples aspectos del juego, situaciones que algunas veces se pasan por alto tomando en cuenta los resultados. Sin embargo, cuando se dieron a conocer los emparejamientos de los cuartos de final de Champions, todas esas inseguridades que semana a semana mostraban los actuales reyes de Europa volvieron a salir a flote, pensando principalmente en que un rival de mucha pegada y peso como pocos era el próximo rival a vencer de cara a revalidar el título.
Dudas, dudas y más dudas. Por si eso no fuera suficiente, el Bayern salió como una verdadera aplanadora en el primer tiempo del partido. Carlo Ancelotti entendió a la perfección esa sed de revancha que los bávaros tenían para con los equipos españoles, los cuales han venido dejándolos fuera de la pelea por el título continental desde la gestión de Guardiola. Saciar esa sed sólo se puede hacer presionando, recuperando e intimidando. Las bajas que presentaba el equipo teutón se presentaban como algo más que sensibles; la ausencia de Mats Hummels dejaba un hueco en la defensa enorme pensando principalmente en la velocidad de reacción que esa última línea debía tener ante los atacantes blancos y no contar con Robert Lewandowski sencillamente disminuye exponencialmente la presencia ofensiva, ya que su aporte al juego con o sin balón es envidiable por cualquier jugador en el mundo. Pero como el conjunto blanco también contaba con ausencias importantes, puntualmente en el área defensiva, no podían ser excusas.
Ahogar la zona de recuperación de un Luka Modric muy inseguro en las recientes semanas fue edificando la profundidad del conjunto de Múnich. La cantidad de aproximaciones, sin remates certeros, que lograron los alemanes estaba siendo agobiante durante toda la primera parte, pero los cuales no pudieron tener las definiciones/disparos más acertados dada la baja del delantero polaco y la presencia de un Thomas Muller que pasó desapercibido durante todo el compromiso. Llegó el gol para los locales en la cabeza de un Arturo Vidal que dio alma, vida y corazón en cada balón que llegó a disputar, el cual pudo inclinar la balanza tanto en el marcador como en el juego para un conjunto que ya veía con mucha ilusión la posibilidad de sacar un rédito bastante importante de cara al partido de vuelta. Todo por lo que el chileno luchó se vio frustrado faltando nada para el descanso con aquel penal fallado, el cual impactó duramente en el momento anímico local, el cual se iba al descanso con la sensación de haber dejado vivo a un rival que no necesitaba de mucho para poder meterse en un partido al que mucho tiempo le faltaba.
Una incesante presión daba como lógico resultado una sensación de inseguridad, pero esta no era la realidad de los de la capital española. Atípico resultaba ver a Gareth Bale bajando a aportar en tareas defensivas a los laterales y en el centro del campo, lo que ciertamente mermó recorrido de cara a la portería rival pero que aportaba mucha seguridad a un equipo fuertemente acechado por los costados. Ante la superioridad rival, una comedida versión del Real Madrid de Zinedine Zidane se encontraba a la vista de todos; la madurez para afrontar esta clase de circunstancias son las que finalmente ayudan a conseguir lo que el transcurrir de los minutos otorgó a la causa merengue. El tempranero gol de Cristiano una vez iniciado el complemento daba la estocada final al ya débil momento anímico vivido por el local, que veía cómo se derrumbaban las ideas dejadas luego del primer tiempo. Con el bajón llegó la frustración, y de la frustración la expulsión. El partido estaba condenado a cambiar radicalmente, pero mucho más que la expulsión, sería el penal fallado por Vidal lo que cambiaría el partido, era evidente que el Bayern no se pudo recuperar de aquel golpe.
Teniendo prioridades distintas en la idea del juego para los bávaros, ahora todo sería más fácil. La presencia de Marco Asensio en el partido fue fundamental para seguir abriendo las líneas de un Bayern que ya empezaba a deambular tácticamente sobre el engramado, ya que sus líneas de distribución habían desaparecido gracias al volumen ofensivo que pasaban por los pies del joven mallorquín; la serenidad para conducir el balón ante un equipo asustado y urgido de algo hacia adelante terminaron por romper mucho más el último sector local, abriendo espacios para que fuese Manuel Neuer figura del partido, siendo el responsable de que su equipo no se fuera de los 90 minutos disputados con cinco o seis goles en contra.
Como todo partido grande exige que aparezcan nombres grandes, Cristiano Ronaldo terminó haciéndose presente en el marcador por segunda vez en el partido. Su centenario gol en competencias europeas representó aquella estocada de esos jugadores distintos, que por más cuestionamientos que se les haga nunca se perfila como algo sano descartarlos, porque en cualquier momento consiguen resolver un partido y volver a ser aquella insignia que lidera un triunfo. El Real Madrid estaba logrando algo impensado: ganar y gustar en Alemania... gustar mucho. Muy pocos equipos pueden presumir de llegar a un feudo tan imponente y doblegar de manera tan eficaz a un equipo con recursos futbolísticos prácticamente ilimitados.
Lo único malo del partido ha sido el resultado para los blancos. La sensación de que pudieron haber sido muchos más quedó plenamente justificada en lo que fue un concierto de fútbol para un Real Madrid que hacía mucho tiempo no desplegaba tan buen juego colectivo como individual. Ciertamente un jugador de más le pesó a los bávaros, pero desde el dominio teutón en la primera parte se pudo ver a un visitante con mucho criterio e identidad de juego. Queda todavía el partido de vuelta en donde todo puede pasar, pero tras un partido como este, los jugadores quedan insaciables de gloria y de goles que se pudieron haber visto en los primeros 90 minutos.
Ahogar la zona de recuperación de un Luka Modric muy inseguro en las recientes semanas fue edificando la profundidad del conjunto de Múnich. La cantidad de aproximaciones, sin remates certeros, que lograron los alemanes estaba siendo agobiante durante toda la primera parte, pero los cuales no pudieron tener las definiciones/disparos más acertados dada la baja del delantero polaco y la presencia de un Thomas Muller que pasó desapercibido durante todo el compromiso. Llegó el gol para los locales en la cabeza de un Arturo Vidal que dio alma, vida y corazón en cada balón que llegó a disputar, el cual pudo inclinar la balanza tanto en el marcador como en el juego para un conjunto que ya veía con mucha ilusión la posibilidad de sacar un rédito bastante importante de cara al partido de vuelta. Todo por lo que el chileno luchó se vio frustrado faltando nada para el descanso con aquel penal fallado, el cual impactó duramente en el momento anímico local, el cual se iba al descanso con la sensación de haber dejado vivo a un rival que no necesitaba de mucho para poder meterse en un partido al que mucho tiempo le faltaba.
Mucho más que la expulsión, fue el penal fallado por Vidal lo que cambió el partido. El Bayern nunca pudo recuperarse del golpe anímico que ello representó
Una incesante presión daba como lógico resultado una sensación de inseguridad, pero esta no era la realidad de los de la capital española. Atípico resultaba ver a Gareth Bale bajando a aportar en tareas defensivas a los laterales y en el centro del campo, lo que ciertamente mermó recorrido de cara a la portería rival pero que aportaba mucha seguridad a un equipo fuertemente acechado por los costados. Ante la superioridad rival, una comedida versión del Real Madrid de Zinedine Zidane se encontraba a la vista de todos; la madurez para afrontar esta clase de circunstancias son las que finalmente ayudan a conseguir lo que el transcurrir de los minutos otorgó a la causa merengue. El tempranero gol de Cristiano una vez iniciado el complemento daba la estocada final al ya débil momento anímico vivido por el local, que veía cómo se derrumbaban las ideas dejadas luego del primer tiempo. Con el bajón llegó la frustración, y de la frustración la expulsión. El partido estaba condenado a cambiar radicalmente, pero mucho más que la expulsión, sería el penal fallado por Vidal lo que cambiaría el partido, era evidente que el Bayern no se pudo recuperar de aquel golpe.
Teniendo prioridades distintas en la idea del juego para los bávaros, ahora todo sería más fácil. La presencia de Marco Asensio en el partido fue fundamental para seguir abriendo las líneas de un Bayern que ya empezaba a deambular tácticamente sobre el engramado, ya que sus líneas de distribución habían desaparecido gracias al volumen ofensivo que pasaban por los pies del joven mallorquín; la serenidad para conducir el balón ante un equipo asustado y urgido de algo hacia adelante terminaron por romper mucho más el último sector local, abriendo espacios para que fuese Manuel Neuer figura del partido, siendo el responsable de que su equipo no se fuera de los 90 minutos disputados con cinco o seis goles en contra.
Como todo partido grande exige que aparezcan nombres grandes, Cristiano Ronaldo terminó haciéndose presente en el marcador por segunda vez en el partido. Su centenario gol en competencias europeas representó aquella estocada de esos jugadores distintos, que por más cuestionamientos que se les haga nunca se perfila como algo sano descartarlos, porque en cualquier momento consiguen resolver un partido y volver a ser aquella insignia que lidera un triunfo. El Real Madrid estaba logrando algo impensado: ganar y gustar en Alemania... gustar mucho. Muy pocos equipos pueden presumir de llegar a un feudo tan imponente y doblegar de manera tan eficaz a un equipo con recursos futbolísticos prácticamente ilimitados.
Lo único malo del partido ha sido el resultado para los blancos. La sensación de que pudieron haber sido muchos más quedó plenamente justificada en lo que fue un concierto de fútbol para un Real Madrid que hacía mucho tiempo no desplegaba tan buen juego colectivo como individual. Ciertamente un jugador de más le pesó a los bávaros, pero desde el dominio teutón en la primera parte se pudo ver a un visitante con mucho criterio e identidad de juego. Queda todavía el partido de vuelta en donde todo puede pasar, pero tras un partido como este, los jugadores quedan insaciables de gloria y de goles que se pudieron haber visto en los primeros 90 minutos.