Grandes y chicos


Millones y millones de euros invertidos después, la Champions ha quedado siendo la tarea pendiente de un equipo que ha ganado con exagerada comodidad los campeonatos domésticos, algo que sin duda representa un fracaso si de cuantías y nombres se habla. Cuando el conjunto de la capital francesa destituía a Laurent Blanc para darle paso a la contratación del español Unai Emery de cara a la presente temporada, la idea era bastante clara: dar con un técnico comprobadamente capacitado para conducir el ambicioso proyecto a dar de una vez por todas el deseado salto de calidad para consagrarse como monarcas del Viejo Continente. Para sorpresa de todos, el resultado de la ida de octavos ante el Barcelona ya dejaba un marcador bastante abultado como para pensar que los parisinos darían finalmente la estocada de calidad que necesitaban para consagrar el trabajo que la fuerte inversión ha tenido.

Pero no fue así. El Camp Nou fue testigo de la remontada más improbable de la historia de la Champions League; un 4-0 en contra ante un equipo que fue ampliamente superior en la ida y que denotaba consistencia suficiente como para solventar en siguiente partido es algo que ni siquiera el más optimista realmente pudo haber pensado en que sucediese, tomando fuertemente en cuenta el presente futbolístico del club catalán. Un 6-1 como resultado final. Puede sonar ridículo escuchar semejante marcador cuando dos equipos del potencial humano con el que cuentan se enfrentan, pero pocas noches como estas denotan tanta certeza en el castigo y premio que respectivamente se terminaron otorgando.

Se podrá hablar, y con justísima razón, del arbitraje que favoreció al Barcelona. Eso nadie lo puede discutir; más allá del penal que Luis Suárez se inventa, hay faltas dentro del área catalán que debieron haber sido señaladas, así como las situaciones dentro de la cancha que debieron ser señaladas en beneficio del visitante. Sin embargo, esto dista mucho de ser el principal motivo por el cual se dio la famosa remontada. Desde el primer minuto el excesivo y hasta exagerado estilo de defenderse de los franceses fue limitando sus posibilidades de seguir con vida en la competencia. Aunque para Emery, según sus declaraciones, el empuje local terminó forzando a los suyos a tener un estilo de juego como ese, es algo bastante difícil de creer ya que a pesar de la presión que se vio arriba, los pupilos de Luis Enrique nunca tuvieron la claridad necesaria como para conducir el partido a placer.

El PSG perdió el partido por sí solo. La fabulosa e histórica remontada del conjunto catalán se debe mayoritariamente a lo que dejaron de hacer los franceses en este compromiso. El despliegue de Julian Draxler, la fortaleza de Marco Verratti y Adrien Rabiot, el desequilibrio de Edinson Cavani... nada, nada de eso se dio. Si hubiesen pensado en arriesgar un poco, tan sólo un poquito más, la historia de cara a la siguiente ronda de este torneo sería totalmente distinta a lo que es hoy. Pero, el 'hubiera' tiene el mismo valor tangigle y perceptible que el 'casi'. Para todo aquel que tenga paladar futbolístico, lo sucedido en el Camp Nou es tan difícil como sencillo de comprender a la vez; aunque suene a un verdadero sin sentido, las cosas se deben vislumbrar en la forma y dimensión de las mismas.

Los campeones de la Ligue 1 apelaron al principal instinto de supervivencia: el miedo. Obviando la cómoda ventaja con la que contaban para el encuentro, ese afán por salir vivos de la caldera de 100 mil personas los hizo traicionar cualquier pensamiento que pudiese pintarse de lógico para lo que habían realizado en el torneo. A pesar de que el rival no presentó su mejor versión, se dejó llevar por el escenario, teniendo dudas sembradas únicamente por ellos mismos. El PSG sucumbió ante el miedo, al miedo de poder dejar fuera a un equipo grande para consagrarse como uno también. Al no poder lograrlo, se desnudó ante los ojos del mundo en un compromiso donde muchas verdades salieron a flote, como por ejemplo, quienes son grandes y quienes son chicos.
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