Como un trago amargo nos cayó la noticia de la destitución de Claudio Ranieri como entrenador del Leicester City semanas atrás. Luego del júbilo que este equipo vivió y el éxtasis que hicieron sentir a todos los aficionados del fútbol durante la campaña 2015/2016, una salida de esta magnitud era, sin importar las circunstancias del momento, algo fuera de todo lo que podría considerarse probable. Un modesto equipo, eterno candidato a perder la categoría cada vez que se presenta en la primera división de Inglaterra, encontró en el estratega italiano al responsable de liderar una hazaña inimaginable y que de cierta forma ha marcado un antes y después en la forma de apreciar este deporte. Diez meses después, la increíble historia del siempre llamado entrenador de segundos lugares, terminó. Parecía que había encontrado el equipo de sus amores, pero este lo hizo salir por la puerta de atrás.
No cabe la menor duda que Vichai Srivaddhanaprabha se ha convertido en enemigo público número uno del mundo con algo tan común en este deporte como cesar del cargo a un entrenador. La decisión tomada por la directiva de los Foxes definitivamente se cimienta en una verdad que por más dura que sea, lamentablemente es así en este negocio: los resultados pesan. Estar en una riesgosa posición dentro de la clasificación general evidentemente no tenía contento a los responsables administrativos de la institución, señalando al técnico, aquel permanente chivo expiatorio de todos los procesos que no alcanzan un feliz término. Para el buen Vichai privó mucho más el presente que todo lo conseguido, aún con la irrefutable premisa que el fútbol no olvida, siendo el título de Premier League 15/16 que, indudablemente, nadie pasará por alto en muchos años.
El dolor, la rabia y sobre todo esa sensación de impotencia ante lo que se percibe como injusto y hasta incorrecto es algo que no puede parar se sentirse entre las venas de las masas que se volvieron aficionadas sentimentales de un club que muy probablemente conocieron a partir de febrero 2016. Conseguir aquel título había significado para el aficionado romántico esperanza, esperanza en que el poder del fútbol de hoy en día no se basa exclusivamente en un competencia de quienes salen a invertir más millones para inflar el mercado, sino que permite hasta al más impensado, hacerse grande y redimirse, justo como lo hicieron la gran mayoría de los futbolistas de esta plantilla, cuyas historias sin lugar a dudas tocaron algunos puntos sensibles durante sus meses de gloria. Arrebatarle el puesto al entrenador italiano representa un claro mensaje de que nada de ello vale, si no hay resultados de por medio.
Más allá del dolor causado por este adiós, se hace pertinente valorar algunos hechos irrefutables, que hacen ver una realidad más allá del sentimentalismo colectivo. Cuatro victorias en igual cantidad de partidos desde la salida del entrenador campeón de liga, incluyendo una que ha representado la histórica clasificación de esta institución a los cuartos de final de la Champions League, hablan de un momentum muy positivo de este equipo. Si tanto nos pesó en lo moral la salida de Ranieri, ¿por qué ahora es que mejor juega el Leicester en toda la temporada? La respuesta está bastante clara ante los ojos, lo único es que nadie quería asumirla tal y como estaba: ya no existía esa cohesión entrenador/plantilla. El compromiso que representaba adherir un torneo tan fuerte al campeonato como la Champions fue algo que no lo supo manejar de la manera más adecuada el ex-timonel del equipo. Aquel estilo conservador de juego parecía extremadamente agotador y desgastado para los zorros, a pesar de que todavía lo usan y les ha venido de maravilla emplearlo.
Los resultados y la paciencia nunca se han llevado de la mano en el fútbol. La paciencia que claramente dejaron de tener no sólo los directivos del Leicester, sino también los jugadores del equipo, los cuales han dejado a entrever en las últimas semanas con sus desempeños que algo había roto entre ellos y su técnico, algo que difícilmente iba a poder recuperarse. Justo o no justo, este club se aleja del descenso y sigue haciendo historia a nivel internacional. El mayor héroe de esta gesta ya no está, fue apartado de la institución, pasando del júbilo del éxito, a las cenizas del adiós, hasta del olvido.
No cabe la menor duda que Vichai Srivaddhanaprabha se ha convertido en enemigo público número uno del mundo con algo tan común en este deporte como cesar del cargo a un entrenador. La decisión tomada por la directiva de los Foxes definitivamente se cimienta en una verdad que por más dura que sea, lamentablemente es así en este negocio: los resultados pesan. Estar en una riesgosa posición dentro de la clasificación general evidentemente no tenía contento a los responsables administrativos de la institución, señalando al técnico, aquel permanente chivo expiatorio de todos los procesos que no alcanzan un feliz término. Para el buen Vichai privó mucho más el presente que todo lo conseguido, aún con la irrefutable premisa que el fútbol no olvida, siendo el título de Premier League 15/16 que, indudablemente, nadie pasará por alto en muchos años.
El dolor, la rabia y sobre todo esa sensación de impotencia ante lo que se percibe como injusto y hasta incorrecto es algo que no puede parar se sentirse entre las venas de las masas que se volvieron aficionadas sentimentales de un club que muy probablemente conocieron a partir de febrero 2016. Conseguir aquel título había significado para el aficionado romántico esperanza, esperanza en que el poder del fútbol de hoy en día no se basa exclusivamente en un competencia de quienes salen a invertir más millones para inflar el mercado, sino que permite hasta al más impensado, hacerse grande y redimirse, justo como lo hicieron la gran mayoría de los futbolistas de esta plantilla, cuyas historias sin lugar a dudas tocaron algunos puntos sensibles durante sus meses de gloria. Arrebatarle el puesto al entrenador italiano representa un claro mensaje de que nada de ello vale, si no hay resultados de por medio.
Más allá del dolor causado por este adiós, se hace pertinente valorar algunos hechos irrefutables, que hacen ver una realidad más allá del sentimentalismo colectivo. Cuatro victorias en igual cantidad de partidos desde la salida del entrenador campeón de liga, incluyendo una que ha representado la histórica clasificación de esta institución a los cuartos de final de la Champions League, hablan de un momentum muy positivo de este equipo. Si tanto nos pesó en lo moral la salida de Ranieri, ¿por qué ahora es que mejor juega el Leicester en toda la temporada? La respuesta está bastante clara ante los ojos, lo único es que nadie quería asumirla tal y como estaba: ya no existía esa cohesión entrenador/plantilla. El compromiso que representaba adherir un torneo tan fuerte al campeonato como la Champions fue algo que no lo supo manejar de la manera más adecuada el ex-timonel del equipo. Aquel estilo conservador de juego parecía extremadamente agotador y desgastado para los zorros, a pesar de que todavía lo usan y les ha venido de maravilla emplearlo.
Los resultados y la paciencia nunca se han llevado de la mano en el fútbol. La paciencia que claramente dejaron de tener no sólo los directivos del Leicester, sino también los jugadores del equipo, los cuales han dejado a entrever en las últimas semanas con sus desempeños que algo había roto entre ellos y su técnico, algo que difícilmente iba a poder recuperarse. Justo o no justo, este club se aleja del descenso y sigue haciendo historia a nivel internacional. El mayor héroe de esta gesta ya no está, fue apartado de la institución, pasando del júbilo del éxito, a las cenizas del adiós, hasta del olvido.