Desafortunadamente muy pocos equipos hoy en día pueden presumir de cargar a donde vayan la estela de determinado estilo de juego que les de resultados efectivos. Uno de esos clubes es el FC Barcelona, que durante los últimos ocho años han forjado una identidad futbolística envidiada por muchos y admirada por otros. Siendo la constancia la mejor fórmula para el éxito, tanto en este deporte como en la vida misma, mantenerla es algo que, por más detractores que se puedan tener, es algo muy difícil de hacer y debe ser digno de, por lo menos, respeto. Respeto es algo que los blaugranas se han ganado con creces gracias a su vistosa forma de jugar y principalmente por los títulos y números absurdos que ha conseguido en el camino.
No cabe duda que el camino hasta todo lo conseguido por los actualmente dirigidos por Luis Enrique ha sido bastante largo, pero que han dejado una huella en la consecusión de todos los objetivos. Pero como nada dura para siempre, dentro del fútbol no hay excepción de ello. A pesar de que el 2016 terminó con un título de Liga y Copa del Rey en sus vitrinas, la última mitad del año para el equipo de la Ciudad Condal ha arojado más sombras que luces, sombras que tienen miras a ser de largo plazo. La primera mitad de la temporada fue el inicio del descenso. Tras ganar el Mundial de Clubes, una primera mitad excelsa y la MSN haciendo estragos, la misión del equipo era repetir la Champions League y ganar sin mayores altibajos la temporada redonda en Europa.
El agotamiento que atacó al conjunto madrileño la temporada anterior después de hacer el viaje largo tras hacerse Campeones mundiales de clubes hizo, al entender de todos, la mella física y futbolística que después traería como resultado debacles en todos los frentes, los cuales se pudieron salvar por los arrolladores últimos seis meses del 2015. Caer eliminados ante los pupilos del Cholo Simeone en Liga de Campeones en los cuartos de final sería fatal, ya que aparte de representar el final de la participación del club en la carrera por repetir título, el resto de los equipos rivales empezaron a entender el camino de romper y presionar. Ese entendimiento táctico se le sumaron los desgastes de puntuales figuras como Andrés Iniesta e Iván Rakitic en múltiples aspectos hizo posible que las cualidades del equipo se vean disminuídas a depender únicamente lo que hagan los tres de arriba y los esfuerzos de Sergio Busquets.
Dependiendo en gran medida al desequilibrio que genera el '10', los goles y victorias se mantuvieron el ataque culé donde Luis Suárez y Neymar también han tenido una cuota interesante de participación. De entre todas las interrogantes que esto generó, una premisa sencilla explicó un verdadero problema: cuando el centro del campo se sintió cansado por primera vez, la ausencia de Xavi que se había despedido de la institución la temporada anterior era muy, pero muy evidente. Un equipo sin ideas ni fluidez de cara a la temporada siguiente debía procurar seguir buscando talento que de alguna u otra forma hicieran menos evidentes las fallas que estaban apareciendo. Como poco de costumbre es, el Barcelona hizo una serie bastante elevadas de inversiones en diversos futbolistas que debían aportar mucho en base a los perfiles que iban presentándose.
Sacando de esa lista a Samuel Umtiti, que ha dado muestras que puede trabajar para tener un futuro bastante bueno, las nuevas incorporaciones para la plantilla no han terminado de convencer en ser los refuerzos que necesitaba este equipo. A la espera de lo que puedan hacer en la segunda mitad de la temporada, hay dos puntos que son necesarios ponerlos al análisis. En primer lugar, Dani Alves. Tras ocho años defendiendo los colores blaugranas, el lateral brasileño emigró a la Juventus. Un lateral que no sólo aportaba subida y marca férrea, sino que además era el compañero ideal de Messi. Cuando no estuvo la media cancha del club para asistir al argentino, el único futbolista que conocía los tiempos ideales, la visión requerida para preveer los movimientos y por sobre todas las cosas, el talento necesario para ser el mejor compañero de Leo.
Su ausencia la están resintiendo mucho, una baja que con Sergi Roberto o Aleix Vidal no se puede subsanar dada la profundidad de juego que aportó el veterano lateral. Una herida que si se analiza con detenimiento es una herida para largo plazo si no se subsana oportunamente. Después de esto, se puede analizar ahora el segundo punto. Denis Suárez y André Gomes fueron los elegidos para aportar relevo a una mediacancha abatida por las lesiones, teniendo como infructuosos los intentos hasta el momento de encontrar una estabilidad que se la brinde el centro del campo. La inestabilidad siempre trae resultados adversos, lo que claramente empezó a suceder con la forma en el que el Barça ha tenido que ir desarrollando su fútbol a lo largo de la campaña, con proyecciones más frontales directo hacia los pies de los tres de arriba o solamente de Iniesta cuando está en condiciones para jugar.
Cuando no son las proyecciones largas, el centro del campo no ofrece la solvencia que en otros momentos lograba, debido principalmente a que los espacios entre ellos y la última línea del equipo se evidencian con el transcurso de los encuentros, en lo que ahora es un centro del campo con más vocación más recuperadora que creativa. Esto hace pensar seriamente en la posibilidad de que el equipo se encuentre en un proceso de cambio de mentalidad, dado que los nombres y capacidades actuales no son iguales de las que en algún momento se tuvieron; quizás sea excesivamente alarmista asegurar a estas alturas que ya ese cambio de propuesta futbolística es una realidad, pero tampoco se puede pasar por alto que es una posibilidad que está tomando mucha forma en las filas del equipo de Luis Enrique.
Si no existe una propuesta más acorde a lo que tradicionalmente se conoce, ni siquiera cargarle todo el peso del fútbol a Leo Messi será suficiente para combatir a escuadras que en otros ámbitos distintos al toque de balón estructurado que el Barcelona ha ofrecido en los últimos años, por lo que esto representaría un inminente bajón de este equipo hasta que vuelva a encontrar nuevamente el camino que se le de como el más conveniente para jugar. En caso tal de que estas falencias que se ven hoy en día son el camino a seguir para ellos, entonces deberán considerar que adaptarse a una nueva idea siempre cuesta; se podrá lograr el cambio de chip en algún momento, pero lo cierto es que si este es el camino que han elegido, les va a costar.

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