No hay nada como el fútbol. Puedo empezar un texto con esa línea todas las veces que sea necesaria, puesto que es algo en lo que creo y considero que nada puede ser más cierto en esta vida que eso. No es cuestión de una pelea entre Messi y Cristiano lo que sustenta la idea de este deporte; no es la Champions o el Mundial lo que le dan sentido al porqué el fútbol es un fenómeno de magnitudes.
Vivir en una nación en donde el fútbol tiene una historia verdaderamente corta al ponerse en comparación con otras latitudes en donde el deporte se vive de una forma muy distinta, algunas veces dificulta el desarrollo de lo que son cimientos básicos. Esa carencia de historia ha dado forma a una realidad que ha sido consecuencia del pasar de los años: Panamá no tiene un cultura futbolística. Por más que todos los excesivamente nacionalistas e interesados económicamente en el asunto, esta es una realidad a la cual no se puede escapar.
Así se quiere llegar a un Mundial... pero eso es harina de otro costal. Todos estamos anuentes de que el balompié panameño adolece de muchos problemas,porque, como todo en este país, está muy mal planificado de cara al progreso. Siempre es fácil encontrar las deficiencias del sistema, pero a la hora de dirimir responsabilidades, se mira hacia otro lado; todos los envueltos en el sistema y en el fútbol (fanaticada-periodistas-dirigentes-federación-jugadores) tienen culpa compartida en todo el asunto, tanto que pueden ocasionar algunas veces en que la historia no pareciese tener una clara solución.
Mientras esa armonía llega a nuestros lares, me remito a los hechos consumados en el transcurso de la última fecha de la liga local. La imagen del presente texto corresponde a lo visto en el Estadio San Cristóbal, donde se consumó el descenso del Atlético Chiriquí a la segunda división de nuestro país. Dista bastante de poder dejaste postales conmovedoras y dolorosas como lo puede hacer un Levante o Rayo Vallecano, pero el mensaje que se emite en momentos como esos es universal. Cuando parecía que el equipo de Méndez conseguiría las cosas, un solo gol impidió que se mantuviesen en el máximo circuito panameño en detrimento del Alianza, quien sí estará presente de cara a la siguiente temporada.
Es imperdonable para un equipo con problemas que pretenda luchar por salvar la categoría no ganar más de cuatro partidos en casa. En ninguna parte del mundo eso es admisible, por lo cual en ese aspecto no se puede discutir que son los máximos responsables de estar peleando la categoría con el extraño sistema de coeficientes que hay actualmente, cosa que dio a la postre el descenso, por más cerca que estuvo de poder mantenerse. Sin embargo, a todos nos ha tocado en ese ligero hilo de sentimentalismo de la liga que padece tangibles deficiencias; se pierde la plaza más exótica de nuestro fútbol al ser la más alejada del centro de la ciudad, lo cual de toda la vida ha sido una ventana para lugares ajenos a lo cotidiano.
Como todo negocio, en Panamá los cimientos del fútbol se están sentando casi en su totalidad en el centro de la ciudad, con razones que sobran por empezar con el tema de las instalaciones. Pero hay algo que debemos recordar en todo momento sobre este deporte y es en lo que han fallado todas las dirigencias: podrá invertirse mucho capital, pero lo esencial de esta disciplina es el sentido de pertenencia. Es indiscutible que exista la figura de los mercenarios de clubes, porque así las condiciones económicas así lo han dispuesto, pero no hay sentimiento más puro que el de sentirse parte de algo que llena de ilusiones, que forme parte del estilo de vida de las personas por el afecto que genera.
Para que se pueda consagrar el fútbol, primero debe hacer que el aficionado se identifique con ellos, por sus colores, historia y por de alguna manera ser la voz del área en forma de equipo de fútbol... porque clubes no son, acéptenlo. Si no tienes ese elemento fundamental, de nada servirá regalar cosas en los estadios o hacer pautas publicitarias innecesariamente costosas. Esa sensación de pertenecer no e puede comparar con nada. Aunque en cierta medida sea cierto, querer centralizar toda la tensión futbolística entre barrios populosos del país no va a salvar o siquiera hacer caminar una liga que desde todas perspectivas deja mucho que desear.
Las plazas del interior son necesarias para que ese sentimiento se expanda por toda la nación, en donde al único equipo en donde todos están al día es con la selección. Causa cierta tristeza por el descenso del Chiriquí, pensando en la figura del Cholito Méndez, a quien pudimos conocer y compartir algunas ideas previamente en radio y que es el entrenador de este equipo. Este descenso, merecido eso sí, es una derrota más en la lucha por el crecimiento del fútbol en nuestro país. Hay que crecer tanto mental como estructuralmente las cosas para ofrecerle una voz a los pueblos con la que se sientan identificados.
No hay que traer al director deportivo del Bayern ni a José Mourinho para solucionar el problema. Trabajar en canchas y evitar a toda costa situaciones como las que se dieron en el Proyecto Gol de Penonomé son conductas a seguir de cara a la búsqueda de eso, que no se consigue con dinero ni con títulos. La satisfacción mayor del fútbol es que el aficionado se sienta parte del equipo, de pertenecer a una pasión.
Así se quiere llegar a un Mundial... pero eso es harina de otro costal. Todos estamos anuentes de que el balompié panameño adolece de muchos problemas,porque, como todo en este país, está muy mal planificado de cara al progreso. Siempre es fácil encontrar las deficiencias del sistema, pero a la hora de dirimir responsabilidades, se mira hacia otro lado; todos los envueltos en el sistema y en el fútbol (fanaticada-periodistas-dirigentes-federación-jugadores) tienen culpa compartida en todo el asunto, tanto que pueden ocasionar algunas veces en que la historia no pareciese tener una clara solución.
Mientras esa armonía llega a nuestros lares, me remito a los hechos consumados en el transcurso de la última fecha de la liga local. La imagen del presente texto corresponde a lo visto en el Estadio San Cristóbal, donde se consumó el descenso del Atlético Chiriquí a la segunda división de nuestro país. Dista bastante de poder dejaste postales conmovedoras y dolorosas como lo puede hacer un Levante o Rayo Vallecano, pero el mensaje que se emite en momentos como esos es universal. Cuando parecía que el equipo de Méndez conseguiría las cosas, un solo gol impidió que se mantuviesen en el máximo circuito panameño en detrimento del Alianza, quien sí estará presente de cara a la siguiente temporada.
Es imperdonable para un equipo con problemas que pretenda luchar por salvar la categoría no ganar más de cuatro partidos en casa. En ninguna parte del mundo eso es admisible, por lo cual en ese aspecto no se puede discutir que son los máximos responsables de estar peleando la categoría con el extraño sistema de coeficientes que hay actualmente, cosa que dio a la postre el descenso, por más cerca que estuvo de poder mantenerse. Sin embargo, a todos nos ha tocado en ese ligero hilo de sentimentalismo de la liga que padece tangibles deficiencias; se pierde la plaza más exótica de nuestro fútbol al ser la más alejada del centro de la ciudad, lo cual de toda la vida ha sido una ventana para lugares ajenos a lo cotidiano.
Como todo negocio, en Panamá los cimientos del fútbol se están sentando casi en su totalidad en el centro de la ciudad, con razones que sobran por empezar con el tema de las instalaciones. Pero hay algo que debemos recordar en todo momento sobre este deporte y es en lo que han fallado todas las dirigencias: podrá invertirse mucho capital, pero lo esencial de esta disciplina es el sentido de pertenencia. Es indiscutible que exista la figura de los mercenarios de clubes, porque así las condiciones económicas así lo han dispuesto, pero no hay sentimiento más puro que el de sentirse parte de algo que llena de ilusiones, que forme parte del estilo de vida de las personas por el afecto que genera.
Para que se pueda consagrar el fútbol, primero debe hacer que el aficionado se identifique con ellos, por sus colores, historia y por de alguna manera ser la voz del área en forma de equipo de fútbol... porque clubes no son, acéptenlo. Si no tienes ese elemento fundamental, de nada servirá regalar cosas en los estadios o hacer pautas publicitarias innecesariamente costosas. Esa sensación de pertenecer no e puede comparar con nada. Aunque en cierta medida sea cierto, querer centralizar toda la tensión futbolística entre barrios populosos del país no va a salvar o siquiera hacer caminar una liga que desde todas perspectivas deja mucho que desear.
Las plazas del interior son necesarias para que ese sentimiento se expanda por toda la nación, en donde al único equipo en donde todos están al día es con la selección. Causa cierta tristeza por el descenso del Chiriquí, pensando en la figura del Cholito Méndez, a quien pudimos conocer y compartir algunas ideas previamente en radio y que es el entrenador de este equipo. Este descenso, merecido eso sí, es una derrota más en la lucha por el crecimiento del fútbol en nuestro país. Hay que crecer tanto mental como estructuralmente las cosas para ofrecerle una voz a los pueblos con la que se sientan identificados.
No hay que traer al director deportivo del Bayern ni a José Mourinho para solucionar el problema. Trabajar en canchas y evitar a toda costa situaciones como las que se dieron en el Proyecto Gol de Penonomé son conductas a seguir de cara a la búsqueda de eso, que no se consigue con dinero ni con títulos. La satisfacción mayor del fútbol es que el aficionado se sienta parte del equipo, de pertenecer a una pasión.