Oficio maldito


Múltiples consideraciones pueden hacerse en las semanas de ausencia, pero queda un asunto el cual inevitablemente debe examinarse desde toda perspectiva, porque es un problema que se ha presentado en los últimos meses y definitivamente condiciona al deporte en sí.

Hace unas semanas arrancó la Champions... Bendito torneo. Es muy difícil no sentir una dosis de euforia con pensar en este.

Sin mayor brillo arrancaron los compromisos de la primera jornada, resultados interesantes, uno que otro sorpresivo, pero con un protagonista lamentablemente distinto al que esperaríamos: las lesiones. De entre tantas cosas, la imagen de dolor que irradiaba Luke Shaw tras su desafortunada salida en Eindhoven junto a los tres minutos de acción de Rafinha en Roma encabezaron todos los tabloides, con justa razón.

Es una realidad que el fútbol es un deporte de contacto, donde es indudable que las condiciones físicas son más que vitales para un prudente desempeño en el día a día, pero esto no quiere decir que por ello se puedan/deban permitir cierto tipo de circunstancias que día a día se ven con más normalidad.

Más allá de lesiones por acumulación de fatiga o jugadas aisladas, las lesiones que se vieron en la primera jornada de la Champions hacen reflexionar mucho con respecto a las aristas que van más allá de un análisis táctico o técnico de un jugador/equipo, porque son circunstancias que van ligadas más estrechamente a otro tipo de causas o justificaciones.

Resulta muy fácil estar sentado frente a mi laptop cuestionando o aplaudiendo situaciones que probablemente no pueden ser controladas necesariamente por más profesionales que sean los que se encuentran en el engramado, pero hay una realidad muy tangible: hay golpes injustificables dentro de las canchas. El defensor Héctor Moreno en la jugada en la que el lateral inglés sale lesionado, va con los dos botines de frente hacia la jugada, negligencia de un compañero de labores con otro.

Los golpes fuertes se repiten y repiten, lamentablemente. Las distinciones que se hacen son principalmente por la constancia de ellos, siempre apareciendo nombres pintorescos que hasta en los más grandes escenarios han dejado marcas, literalmente.

Bueno, sentarnos a cuestionar las actitudes (con justa razón) podría llevarnos horas y hasta semanas, pero hay un culpable en esto que tanto daño le hace al fútbol: el árbitro. Para el caso principal de este artículo, el central del compromiso ni siquiera pitó la falta en contra del zaguero mexicano. Esta clase de decisiones tienen siempre como resultado el hecho de que los partidos se les escapen de las manos y terminemos viendo espectáculos atroces.

Ciertamente los que imparten justicia en los compromisos también son seres humanos y pueden cometer errores, pero en el fútbol de hoy en día han llegado a tal punto estas fallas que cada uno desde su respectiva tribuna cuestione la capacidad misma del individuo con el silbato en la mano para entender lo peligroso de algunas jugadas en el fútbol o inclusive pensar que pueden haber otro tipo de cosas.

Al final del día, este es un constante problema que enfrentaremos sin fin porque, una vez se señalan a los implicados protagonistas, toda la fuerza corrupta e hipócrita de las federaciones regentes del fútbol salen a protegerlos, ya que hay intereses importantes.

Lo único que pueden hacer los jugadores de protegerse y prepararse al máximo en el aspecto físico, ya que a pesar de lo lindo y vistoso que puede ser el fútbol, también es un oficio maldito.
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