Reinventar la normalidad

El mercado de traspasos finalizó el lunes. Hacer un repaso del mismo sería pertinente, sin embargo, es inevitable pensar en las múltiples aristas que han quedado sobre la mesa, como el penoso caso De Gea por ejemplo, pero algo más trascendental se ha dado en este mercado, algo para reflexionar de cara al futuro del deporte que tanto conversamos.

Necesarios o no, los refuerzos del mercado siempre suscitan comentarios, ya sea para bien o para mal. El fútbol inglés fue el mayor protagonista de las semanas donde las negociaciones por traspasos alcanzaron más de mil millones de euros, en lo que hoy por hoy no representaría mayor sorpresa. Esa es la cuestión.

De entre tantas transferencias los nombres de Raheem Sterling, Kevin de Bruyne y recientemente Anthony Martial han servido para la discusión y reflexión por la increíble cuantía por la cual cada uno de ellos ha sido adquirido. No estoy acá para poner en tela de juicio la calidad de estos jóvenes prospectos, mantengo una postura de gran expectación por sus nombres de cara a un futuro no muy lejano.

Sin embargo, no se puede pasar por alto el monto que han generado sus transacciones. Hoy por hoy, se me hace imposible imaginar que un futbolista, cualquiera sea su nombre, pueda llegar a valer semejante cantidad de dinero.

El fútbol de hoy es un mero negocio, lo vemos día a día con los jugosos o contratos de derechos de transmisión, las indudables irregularidades en ciertos eventos de índole internacional y obviamente en esta clase de transferencias, que más allá de ser una guía de lo que el jugador es o representa, se guían por circunstancias meramente contractuales, aparte de buenas gestiones por parte de representa dos conocidos.

Entonces, ¿a qué estamos encaminando el fútbol? Parece, y en parte lo es, muy inocente hacer este tipo de pregunta luego de años de violaciones a este deporte, pero todavía quería sentir esa esperanza de que pudiéramos salvar el fútbol, salvarlo de las garras del interés de unos cuantos que, por su deseo de poder, manipulan los mercados para lucrar de maneras totalmente alejadas de la esencia de este deporte.

Ya no se podrá valorar a un futbolista por sus capacidades, por su talento, por su juego, ya que los enfoques son diametralmente distintos. El mercado recién finalizado está llamado a reinventar los precios de transferencias con cantidades irracionales en algunos casos, haciéndolo ver como algo normal. Se reinventará la normalidad.
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