Encontrar los lugares


Cuando había finalizado la Copa del Mundo y toda la euforia por la representación colombiana estaba a flor de piel, siempre sobresalió el nombre de James, como aquella figura carismática y talentosa para ocupar el vacío anímico que Radamel Falcao había dejado en el conjunto cafetero tras su grave lesión.

A un criterio muy personal, el cual expresé claramente en algún momento por esta vía, no estaba del todo convencido de esta euforia, esta euforia que parecía más un impulso mediático que cualquier otra cosa. Pensar en la adquisición de un jugador de las características del nacido en Cúcuta cuando la plantilla merengue tenía a Isco entre posibilidades me sentaba ilógico, aunque entendiendo que Ancelotti tenía una misión clara de darle cabida, había que esperar la presentación.

Partido a partido, las ideas se iban plasmado. Sobre la mesa se encontraba la pizarra de Carletto, buscando la manera de encontrarle cabida al colombiano, partiendo de la premisa que una posición como un enganche o mediapunta pero las competencias estaban altas.

Y ante toda imprevisión, James se fue consagrando. El joven colombiano demostró a plenitud sus capacidades como un futbolista ofensivo; más que encasillarlo dentro de la posición de mediapunta de la cual es natural, el estratega italiano lo probó en algún momento por los costados y respondió más que a la perfección, con una alta cantidad de asistencias y goles puntuales que fueron asentándolo como uno de los pilares del conjunto capitalino.

Genio y figura en la primera mitad de la campaña, el rescatable de la segunda mitad.

Durante la primera mitad de la temporada en la que muchos medios ponían al club merengue como uno de los mejores de la historia, el colombiano supo explotar la capacidad goleadora de sus compañeros, así como su capacidad de juego rápido y casi que sincronizado, esto junto a la capacidad propia del colombiano lógicamente.

Los últimos seis meses, los meses de la debacle, una lesión afectó al colombiano, pero al volver se convirtió en el elemento más constante y regular del Real Madrid, aunque sus compañeros mostraron que ya no estaban carburando al mismo ritmo que antes.

Una temporada que sin lugar a dudas se puede clasificar como de fracaso para el Madrid por el simple hecho de irse con las manos vacías, pero que dejó un buen sabor de boca, al menos durante algunos lapsos de la temporada, gracias principalmente al colombiano.

A pesar de todas mis dudas, he de quitarme el sombrero ante Rodríguez, ya que en la difícil tarea de convencer en su primera temporada con uno de los mejores clubes del mundo, supo encontrar los lugares, espacios y oportunidades para consagrarse como un jugador importante. El reto de cara a la presente campaña es mantener el mismo nivel.
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