Frente a la muralla


Encontrar una nueva defensa central después de la Copa del Mundo iba a ser un verdadero reto para José Néstor Pekerman, quien debía borrar de su memoria al veterano y siempre cumplido Yepes, que al ocaso de su carrera todavía seguía siendo una garantía para el estratega argentino.

Con muchas dudas, el técnico argentino se decantó por Jeison Murillo, jugador del Granada de España, quien con sus años de juventud poseía esa entrega necesaria para jugar y defender los colores de una selección nacional, a pesar de que en el aspecto futbolístico en sí las cosas no se presenntasen como uno podría preveer.

Gol, fuerza y mucho corazón

El nacido en Cali mostró sus capacidades defensivas desde el primer compromiso, en aquella sorpresiva derrota ante Venezuela, en donde la falta de generación arriba por parte de los conducidos por Pekerman fue el pecado mortal que llevó a la debacle. Murillo mantuvo una constancia en la resistencia ante los embistes de Rondón y compañía.

La tan esperada revancha ante Brasil fue el punto cumbre del defensor indudablemente, donde con mucha disciplina mantuvo a una delantera brasilera que, a pesar de ser una gran decepción, en las travesías hacia adelante se encontraban con el jugador de 23 años. Por si fuese poco, estalló la alegría del Estadio Monumental con su gol a los 36 minutos, el único del compromiso.

Dudas incesantes pero completamente justificadas llegaron después del gris partido ante Perú y claramente ante Argentina en los cuartos de final, donde los colombianos caerían en penales luego de haber merecido caer en los 90 minutos. Un equipo que no jugaba a nada, pero tenía a un sólido Murillo defendiendo.

Tras el pobre certamen de la selección cafetera, Murillo emigraría al fútbol italiano para fichar con el mítico Inter, prueba de que pudo brillar a pesar de las deficiencias colectivas. Murillo se presentó al mundo como una verdadera muralla.
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