Como el fútbol es una permanente amalgama de ironías, ha tocado tragarme todas las displicencias de Bermudas tanto en nuestro espacio radial como en el texto anterior a este. Atónitos quedamos todos los presentes en el Rommel Fernández ante la debacle del seleccionado nacional panameño a manos del combinado caribeño que, por más limitado que indiscutiblemente sea, supo replantear su estrategia dado lo sufrido en el partido del jueves y con la claridad mínimamente necesaria imponer condiciones como visitante. Resultado que de por sí ya resulta muy incómodo la premisa que en general envuelve esta derrota, con mucha cabeza fría se puede deducir que tampoco precisaron de mucho para lograr el objetivo, solo velocidad y orden.
Luego de recibir cuatro goles el pasado jueves, Bermudas se mostró mucho más estable en el sector defensivo, protegiendo la pelota en alturas de la cancha mucho mayores a lo poco hecho en propio feudo. Corregir, algo que dejó de hacer su rival. Si bien es cierto el combinado panameño presionó para que el partido se disputase casi en su totalidad el área del adversario, su intención de querer generar peligro mediante paredes en espacios reducidos se vio diezmada dada la distancia existente entre los protagonistas del centro del campo; Botello recuperaba o se asociaba con la defensa y cuando levantaba miradas Carrasquilla estaba muy pegado a la banda como los volantes panameños. Aunque esto fue corregido en el complemento del encuentro, dificultó más de lo que se hubiese querido.
Tanta era la distancia entre quienes estaban llamados a gestar ese fútbol a ras de suelo que tanto Bárcenas, Quintero y hasta Gaby Torres tenían que retrasar sus posiciones para poder entrar en contacto con la pelota, ya que el recurso de los cambios largos de juego tampoco terminaron de ser funcionales dada la escasa claridad de esos pases y los controles, pero principalmente del primer inciso. Fallos reiterativos que se pueden aunar con las muy flojas participaciones tanto de la defensa (toda la línea de cuatro) como del delantero que debía ser ancla -Rolando Blackburn- para quienes venían por detrás. Una combinación perfecta de errores garrafales que han terminado por costar no solo la derrota, sino el hecho de perder en casa ante un equipo que en el papel no debe representar este tipo de inconveniente.
Siempre existe esa premisa que la pelota es redonda y para cualquier lado puede favorecer, sin embargo hay situaciones que sencillamente no se pueden dar, no por prestigio, sino por pretensiones. Salir derrotado de tu propio feudo ante un equipo del Caribe tras poco más de un año de haber estado en una Copa del Mundo es inadmisible, ya que llegar a la cita mundialista representa un salto de calidad que se ha dado y 'supuestamente' debe mantenerse dado el crecimiento del país. Pero las cosas han sido más que distintas luego de nuestro verano ruso; a lo mejor todo fue un golpe de suerte y no se está donde pensamos, acrecentando el triángulo de la decepción, que irónicamente Bermudas le ha puesto la cereza del pastel.
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