Fuera de los goles


Di Francesco decía el martes en la conferencia de prensa que quería un equipo capaz de demostrar que creían posible una remontada de tal magnitud. Los asistentes al Olímpico en la fría noche de miércoles presenciarían un encuentro digno de tal temporal; helado desde la desesperanza hasta pasar por aquella sensación de erizarte la piel por casi vivir algo que parecía muy poco posible. Entendiendo que los Reds no saldrían a defenderse de misma deficiente manera del Barcelona en la ronda anterior, los de la capital italiana salieron con un frente de ataque de mayor presencia física que en la primera contienda; la inclusión de Patrick Schick respondía directamente a la necesidad por tener presencia sobre la salida del balón visitante, que más allá de ser un equipo que espera, en tres toques desde su área pueden terminar con una ocasión de gol.

Al no arriesgar los ingleses se hacía necesaria una ventolina de juego por parte de la Roma, pero más allá de las facilidades que encontró por el sector izquierdo la sociedad Kolarov-El Shaarawy y el buen Dzeko de esta temporada, los demás se veían con un completo manojo de nervios. Desde los pases gravemente equívocos de los mediocampistas, pasando por la poca relevancia del segundo delantero, hasta las osadas e infructuosas proyecciones ofensivas de los centrales fueron poniéndose losas muy pesadas como para realizar un nuevo milagro. El equipo quería, pero no se lo había creído. Lo más difícil de todo es mantener la cabeza fría cuando en media hora esa falta de confianza te ha castigado con dos tantos y sin poder recortar más distancias antes del complemento.


Lo más difícil de todo es mantener la cabeza fría cuando en media hora esa falta de confianza te ha castigado con dos tantos y sin poder recortar más distancias antes del complemento.

Fuera de las ausencias por sanción o lesión, constantemente el partido dio señales que se fue decantando por quien menos desconcentrado estuvo. El Liverpool salía con ventajas, pero fue muy claro que a la defensa en general, pero sobre todo a Alexander-Arnold que disputará una final de Copa de Europa con 19 años. Dudo que tuviese la misma sensación de estrés que tenía yo a esa edad preocupándome por las fechas de entrega en la universidad, pero el escaso recorrido de carrera le pasa factura en una cita donde en teoría no habría mucho por lo que preocuparse. La falta de físico del juvenil fue el punto donde mayormente se apoyó el ataque romanista para aspirar a la remontada, lo que termina empujando al técnico a terminar el encuentro jugando con tres centrales. 

Un solo gol alejó a los italianos de una segunda remontada de portada noticiosa, pero fuera del resultado que así fue, las sensaciones que deja la llave en general no dejan lugar a incertidumbre sobre quien realmente fue justo acreedor al boleto a la final en Kiev. El día anterior el Real Madrid también demostró eso; el fútbol se juega más que con la táctica y el físico, sino se trabaja de la forma adecuada jamás se puede ser realmente competitivo ante escuadras como las que se verán las caras dentro de varias semanas. 
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