La jornada que reanudaba las actividades en la Superliga hace una semana sirvió de ventana para el debut y regreso de muchos futbolistas a las canchas argentinas. Como una de esas casualidades raras que se dan en la vida, La Bombonera recibía de vuelta a Carlos Tévez en un partido ante Colón, quien fuera el rival de turno para la jornada en que el delantero se despedía de su gente tomando rumbo al Shanghai Shenhua chino hace poco más de un año. En aquel partido asistió para el gol de Ricardo Centurión y puso el propio a la media hora dentro de un estadio que coreó durante todo el encuentro su deseo de que el jugador permaneciera en la institución.
Tras unos minutos en los que se le notó la falta de rodaje reciente dentro de los engramados, fue tomando protagonismo con el pasar del tiempo hasta conseguir mejor proyección ofensiva, mayor precisión con las entregas del balón y la asistencia de un gol de vaselina por parte de Nahitán Nández cuando había transcurrido poco más de media hora en territorio bostero. Aunque nada del otro mundo. La noche de sábado que supuso el regreso a casa del hijo pródigo no pudo terminar de mejor forma que con una trabajada victoria de 2-0 ante su rival de Santa Fe. Desde la presentación de los equipos por los parlantes se escuchaban los cánticos de bienvenida.
Muy a pesar de las pintorescas críticas que se han dado en todos los medios respecto a él, Carlitos está de vuelta en casa para jugar en el club de sus amores. Él es hincha del club y para el club es un ídolo. El ídolo. Figuras y nombres pasan por los clubes, sobre todo en los mercados persas mejor conocidos como ventanas de transferencias; pero si algo nunca va a poder ser cambiado en esto es el sentimiento del hincha. Aquel que desde niño iba a la cancha, que sin dejarse enamorar por los títulos se enamoró de unos colores. Es esa persona que glorifica o crucifica a cada uno de los que en cualquier momento se ponen la camiseta que representa aquello que él tanto quiere.
Siendo un niño del barrio, a él le perdonan todo. Le perdonan que se haya ido a China por un rato a buscar plata luego de haber regresado y asegurar que ''se iba a retirar'' allí, que saliera de todos sus clubes previos por conflictos con el vestuario, entrenadores o directivos. Como todo humano tiene sus errores, esas decisiones jamás borrarán todo lo que ha dado siendo Xeneize. Todo, absolutamente se le perdona a quien es tan amado entre una afición que se caracteriza por defender sus colores a capa y espada, por defender a los que son de su manada. Entienden que uno dice cosas por decir en su momento más en un negocio de mercenarios como el fútbol.
Casualmente el protagonista de este texto aparecía en Líbero ayer como parte de una entrevista en donde habló de todo un poco. Curiosamente se refería al tema del cual quería tratar en este texto desde varios ángulos, definitivamente enriqueciendo varios argumentos e ideas. Habló de la responsabilidad que acarrea el ídolo, algo que se va perdiendo en nuestros días cuando ''cualquier pibe que juega dos o tres partidos'' ya se le pone en un podio muy alto por parte de los periodistas que, a falta de ídolos, realzan la figura de cualquiera. Poniéndose en contexto con la época en la que ''se tuvo que ganar la Libertadores'' para que la fanaticada le coreara el nombre. ''Es una época muy diferente'', decía.
Justo como en algún momento Eduardo Galeano lo definía. Nace en cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota. Tévez es aquel que alegraba los potreros, aquel que convoca a multitudes cada domingo para verle en la cancha. Hoy tendrá una vitrina importante para demostrar su jerarquía en la visita a San Lorenzo, en lo será un partido visagra por la pelea en el campeonato. Regresó para volver a darle alegrías a su gente con el poco o mucho nivel de energía que le quede para seguir corriendo en el engramado. Ojalá que el ídolo caiga entero, porque cuando no es así, la gente que tanto lo siguió y amó es la primera en repartirse los pedazos.
Casualmente el protagonista de este texto aparecía en Líbero ayer como parte de una entrevista en donde habló de todo un poco. Curiosamente se refería al tema del cual quería tratar en este texto desde varios ángulos, definitivamente enriqueciendo varios argumentos e ideas. Habló de la responsabilidad que acarrea el ídolo, algo que se va perdiendo en nuestros días cuando ''cualquier pibe que juega dos o tres partidos'' ya se le pone en un podio muy alto por parte de los periodistas que, a falta de ídolos, realzan la figura de cualquiera. Poniéndose en contexto con la época en la que ''se tuvo que ganar la Libertadores'' para que la fanaticada le coreara el nombre. ''Es una época muy diferente'', decía.
''El mayor ídolo de Boca es la hinchada de Boca. La gente es lo que tiene. Nosotros vamos a pasar; se retiró Riquelme, el día de mañana me retiraré yo y la gente va a seguir yendo a la cancha por esta camiseta que es tan hermosa, es tan linda''Teniendo un presente donde realmente la gente comenta cosas exageradas sobre A o B futbolista culpo a las redes sociales. Bueno, no a ellas, sino al uso que la gente le da, así como todo el humo que se vende día a día, más allá del deporte. Es por ello que debe agradecerse que existan figuras como las de Tévez; fuera de todo su pasado como problemático, es indiscutible que ama los colores a los que regresó, siempre los quiso y nunca lo ocultó en ninguno de los rincones donde tuvo la oportunidad de correr detrás de la pelota. Todas las incidencias que tuvo su salida anterior y todo lo que se especuló quedarán olvidados cuando responda en la cancha, cosa que nunca se duda del Apache.
Justo como en algún momento Eduardo Galeano lo definía. Nace en cuna de paja y choza de lata y viene al mundo abrazado a una pelota. Tévez es aquel que alegraba los potreros, aquel que convoca a multitudes cada domingo para verle en la cancha. Hoy tendrá una vitrina importante para demostrar su jerarquía en la visita a San Lorenzo, en lo será un partido visagra por la pelea en el campeonato. Regresó para volver a darle alegrías a su gente con el poco o mucho nivel de energía que le quede para seguir corriendo en el engramado. Ojalá que el ídolo caiga entero, porque cuando no es así, la gente que tanto lo siguió y amó es la primera en repartirse los pedazos.