Volar como Ícaro


Las primeras veces siempre son extrañas, incómodas y hasta muchas veces se quieren olvidar. Algunas veces no es así, claro está. Hasta hace unos tres meses parecía complicado poder decir que la primera vez para Jorge Sampaoli como entrenador en el futbol europeo generara dudas al momento de asegurar si ha sido incómoda o placentera; de estar segundo lugar en la tabla de la liga peleando directamente por el campeonato con Real Madrid y Barcelona, a caer hasta el cuarto lugar de la tabla general por debajo del Atletico Madrid en un claro resurgir del conjunto colchonero. Las sensaciones del equipo andaluz dejaban a más de uno con la boca abierta, pensando en todas las vicisitudes que debió afrontar este equipo de cara a la presente temporada.

La salida de Unai Emery representaba el fin de una época que más allá de los títulos obtenidos, marcaba la finalización de una idea futbolística sevillista... o por lo menos una parte sustancial de la identidad. El relevo de este banquillo no podía ser cualquiera; mantener el momento futbolístico en cuanto a la idea esencial no sería trabajo sencillo, aunado al hecho de que piezas clave de la plantilla fueron tomando rumbo una vez finalizado junio pasado. Para un estratega que toda la su vida ha buscado la portería desde arrancado los partidos, con posesiones extensas y planteamientos completamente abocados al despliegue ofensivo más explícito, el fútbol de España era un bonito reto para demostrar su valía.

El pintoresco carácter que demuestra Jorge Sampaoli durante los partidos no es solo una expresión de su amor por lo que hace; como director técnico completo hace mucho tiempo entendió que la motivación es un factor fundamental en este deporte, inclusive mucho más importante que la estrategia de juego en la mayoría de ocasiones. No es fácil convencer a un equipo con el discurso que con el potencial se pueden obtener grandes cosas. Jorge con poco tiempo llevó al equipo al éxtasis, parándose de tú a tú contra los grandes hasta hacerse un real candidato al título de la liga española. Esa sed de triunfo, esa ambición por querer "irrespetar" a los grandes se presentó como un instinto clásico del ser humano: querer superar sus capacidades, ir más allá de los límites hasta lograr lo imposible... casi como volar.

El equipo no tuvo la suficiente fortaleza para saber manejar la presión de ser considerado un candidato al título
Cuando llegó el momento más sensitivo de la temporada, sencillamente las cosas no salieron de la forma en que se tenían presupuestadas. La plantilla ha dado fe de su mediano nivel en el aspecto físico y mental; la eliminación en Champions como en su trepidante bajón futbolístico en la liga doméstica. Muchos nombres dejaron de responder, como Luciano Vietto por las lesiones, Franco Vázquez, Steven N'Zonzi entre otros... el equipo no tuvo la suficiente fortaleza para saber manejar la presión de ser considerado un candidato al título, probablemente por la falta de experiencia de la plantilla en este tipo de situaciones.

Morir con las botas puestas siempre se aplaude, pero a veces es necesario buscar recursos que permitan la supervivencia. Le ha costado mucho a este equipo el hecho de que, sencillamente, los rivales entendieron la idea. Más allá de contrarrestar el esquema de juego ha sido la fácil lectura del parado entre líneas, el cual ha resultado ser muy endeble debido al bajón de nivel de la gran mayoría de los futbolistas que se desempeñan como contenciones en esta escuadra. Ni siquiera las nuevas revoluciones que aporta Vicente Iborra han logrado ser suficientes para que este equipo pueda recuperar el ritmo y ese equilibrio visto en un principio. Tanto voló el Sevilla que quiso subir y subir, pero el calor del sol derritió sus alas en el momento menos oportuno de todos y les ha propinado una caída muy dolorosa en su viaje.

Ahora, el Sevilla ha vuelto a su realidad y Sampaoli ha conocido finalmente lo que significa jugar una temporada en el fútbol de Europa, en donde tres partidos pueden acabar con todo el trabajo realizado en seis meses. La osadía del club español se puede contextualizar en la célebre historia de la mitología griega del vuelo de Dédalo e Ícaro, donde el conjunto andaluz y el estratega argentino son la mezcla perfecta de ambos personajes. Iniciaron la campaña como aquel conmedido pero ingenioso arquitecto, pero el volar como Ícaro ha terminado por derretir las alas de lo que parecía ser otra de esas inspiradoras historias.