La noche de la Gacela

Pocas cosas en la vida generan tanta tensión como la espera por el regreso de la Champions League, y mucho más si se tienen buenos partidos en el menú. Mientras que en Hungría se jugaba el RB Leipzig-Liverpool, el plato fuerte para el primer día de actividades era un Barcelona-PSG, encuentro con historia reciente que, dependiendo del bando que se vea, se puede recordar con nostalgia. Lo cierto es que para esta llave el presente futbolístico de ambos equipos distaba mucho lo que era en 2017 y desde el sorteo, los franceses partían con un buen nivel de favoritismo. 

Ciertamente es normal que las impresiones del sorteo disten un poco de lo que terminan siendo las cosas en febrero y para esta llave no hubo excepción a la regla: tanto Neymar como Di María lesionados y el hecho que los blaugranas habían mejorado notablemente desde el cambio de parado táctico. Factores no menores entendiendo la magnitud del compromiso y claro, recordando que en Champions las cosas son muy raras a veces.

Cuestión de ritmos

Poco tiempo tuvo que transcurrir en el reloj para que el partido tomara el cauce que tendría hasta el final. De la mano, o mejor dicho, los pies de Verratti y Paredes, los parisinos lograron imponer el ritmo al que se jugaría controlando la posesión con muy buenas habilitaciones para sus compañeros de ataque que se aventuraban por los costados a aprovechar sus distintos registros. Por un lado Kean que competía y comprometía la labor de marcaje de Jordi Alba, mientras que por el otro costado Mbappé flotaba por la cancha ante la incapacidad de Dest para hacerle sombra.

Debido a la lesión de Sergi Roberto, las opciones de Koeman eran Mingueza y Dest para el lateral derecho, decantándose por el norteamericano para competir en velocidad con Mbappé. Sin embargo, un lateral con tan escasa labor defensiva por naturaleza poco o nada podría hacer contra uno de los mejores regateadores a carrera del mundo, lo cual terminó siendo la tónica absoluta del partido, salvándose el local exclusivamente por tener a un Ter Stegen que habitualmente tiene actuaciones pletóricas. Pese a esto, el Barcelona logró adelantarse en el marcador cuando menos lo esperaban. 

Ante el dominio en el centro del campo por parte de los visitantes, el principal argumento para hacer daño que tuvo el Barcelona eran los cambios largos de Busquets que buscaban romper la línea defensiva, lográndolo una vez con De Jong que en el cuerpo a cuerpo con Kurzawa logró vender una acción más que dudosa al árbitro como penal. Una ocasión que Messi no perdonaría, la cual maquillaba muy bien hasta ese momento lo que estaba siendo el desarrollo del encuentro. 

La gacela

A menos que hubiese un cambio de planteamiento por parte de los catalanes la ventaja estaba destinada a durar poco... y así fue. Tras una recepción dentro del área pequeña Mbappé regateó a toda la defensa rival para dejar a Ter Stegen con la mano alzada intentando detener su disparo, enviando el partido al descanso con un empate que no dejaba sensaciones de haberse desarrollado con la mayor justicia posible. Pero en el complemento, se ratificaban los dominios que se habían establecido en el primer tiempo.

Muchas veces se habla que el mayor atributo de Kylian es su velocidad, pero en un partido como el de hoy demostró que necesitas más elementos para complementar esa condición y tener éxito. Aparte de complicar a la vida a Dest, Piqué y Lenglet con sus desbordes, cada vez que pisaba la pelota despistaba por completo inclusive a los que venían desde el mediocampo a tratar de asistir en la cobertura. El ritmo al que se aproximaba a la línea de cal era imposible de equiparar para sus rivales. Se le dio a la gacela vía libre para correr.

Todo esto, en un contexto donde el PSG tenía la posesión y distribuía a placer, evidenciando la poca capacidad que tiene el Barcelona para afrontar los partidos donde tiene que correr detrás de la pelota. Dos goles más del francés y uno de Kean han dejado la eliminatoria bastante encaminada, pese a que en Champions cualquier cosa puede pasar. 

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