Fútbol sin yuanes


El mercado de fichajes para la temporada 2016/17 inició con toda euforia el pasado 1 de julio. Cuantiosas sumas de dinero se mueven de un lado para otro en todo el globo terráqueo, ya sea en dólares, libras o euros. No hay cosa similar al dinero, un bien tangible que sin tener un peso notable u ocupar un espacio importante, genera tantas emociones y sentimientos en el ser humano. Como el fútbol es jugado por seres humanos como todos nosotros y de hace mucho está constituido como un negocio completamente redondo, cada día tiene más transcendencia.

Tras una notable participación en la Eurocopa, el delantero italiano Graziano Pellè abandonó el Southampton de la Premier League inglesa para fichar por el Shandong Luneng de la Superliga China. Quien fuese penúltimo de la clasificación la última temporada del fútbol chino invirtió 12 millones de euros para adquirir al futbolista, una cifra normal dentro de lo que es el fútbol de hoy en día, pero los 16 millones de euros de salario anual que devengará el futbolista durante el tiempo que va a durar su aventura en el balompié chino es lo que indudablemente genera reacciones diversas.

De jugar en el fútbol holandés por a pasar a convertirse en el futbolista italiano mejor pagado de la historia en menos de tres años es parte de esas anécdotas difíciles de explicar en este deporte; bueno, difícil de explicar con argumentos lógicos. Sólo detrás de Cristiano, Messi, Hulk, Neymar y Zlatan (estos tres últimos, ¿qué hacen aquí?) como el quinto jugador mejor pagado del mundo hoy por hoy, Pelle devengará un millón y monedas al mes... sería, para el mortal común como ustedes y yo, como ganarse la lotería cada mes.

China está dando un golpe fuerte sobre la mesa. Pasando de ser una liga exótica destino de jugadores en el ocaso de sus carreras a una que con muchos argumento$ quiere revolucionar el mercado de transferencias y del fútbol en general. Pappis Cissé, Hulk, Jackson Martínez, Alex Teixeira, Gervinho, Ezequiel Lavezzi y Ramires son parte del éxodo de nombres conocidos que, seducidos por cuentas bancarias gordas de dinero y un nivel evidentemente más ligero/llevadero que de cualquier parte de Europa, han decidido cruzar el mundo para aventurarse.

El mundo entero no puede dejar de coincidir, hasta donde mi entendimiento así lo cree, que estos jugadores han escapado de la gloria que da el fútbol con jugarlo en canchas importantes, a tener una vida mucho más fácil que el resto en países donde este deporte está en sus pininos, muy a pesar de las infraestructuras y todo lo demás. Los señalamos como traidores por el hecho de que, algunos de ellos, tenían todavía cosas interesantes para mostrar latitudes más familiares para todos, premisa con la cual concuerdo y entristece la mayoría de las veces, porque se cambia la gloria y la esencia del juego por algo tan superficial y destructivo como el dinero.

Pero este asunto quizá debe ser tratado con más detenimiento. Es cierto que parte del espíritu de este y como todos los deportes, es que todos, absolutamente todos tengan acceso al mismo y en igualdad de condiciones lo puedan disfrutar. Es por ello que en teoría existe la globalización del fútbol, la cual FIFA negligentemente no ha llevado de la manera que debiera con los millones que manejan para tal fin. Negarle ese derecho a los chinos es infinitamente egoísta de nuestra parte, porque con el tiempo hemos entendido que las cosas siempre son para determinados grupos de personas y no para todos.

El presidente chino Xi Jinping ha entendido que un negocio tan redondo como este, la única forma de manejar las cosas es con dinero en mano. Cuando se tiene esto, es difícil que cualquiera de nuestros argumentos pacifistas tengan cabida en los oídos de los aficionados del Shanghai Shenhua o del Guanzhou Evergrande que ven cómo sus equipos se llenan de técnicos campeones del mundo y de futbolistas reconocidos en todo el planeta. El dinero es el camino...

NO.

Todos, todos han aceptado que ese es el camino, pero no es así. Los dirigentes de estas latitudes han entendido el concepto mal, o por lo menos es lo que quiero creer. Invertir importantes sumas de dinero en futbolistas no aporta al crecimiento del fútbol en sí; contribuye en la revalorización de un torneo de pobre nivel, haciéndolo más atractivo para el espectador o para interesados en aportar monetariamente a la causa porque el espectáculo es más atractivo. Esto es muy, muy distinto a que el nivel del futbolista local crezca y lo haga competitivo a la hora de foguearse con otras naciones, si no lo quieren creer pregúntenle a los ingleses que, con la liga más atractiva en cuanto a competencia interna, causa pena cada vez que quiere formar una selección, dada la poca relevancia que tiene el local en su torneo doméstico.

El futbolista franquicia que llega a un destino como China sabe que está llegando a un experimento deportivo, en donde el nivel es un mundo distinto al que él alguna vez vivió en Europa. Esto provoca que el nivel de quien llega para aportar baje, puesto que con lo mínimo que haga, será suficiente para acontentar al espectador y a quien ha realizado el gasto para llevarlo hasta allá. Entonces se fomenta un círculo vicioso, en donde los bolsillos de todos los involucrados se acrecentan, pero que tiee un perdedor, el que debería ser el más importante en la relación: el fútbol local.

China acaba de empezar con su rebelión monetaria. No será extraño en próximos meses y años ver futbolistas más jóvenes y de mayor relevancia emigrar del viejo continente para resolver su vida con contratos de menos de dos años de duración. Resolver su vida al convertirse en ídolos de chicos y grandes, que los reciben como dioses sin mérito alguno en una liga de fútbol que se maneja sin yuanes.
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